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  • José María Carabante, filósofo: «Benedicto XVI fue un mártir de la verdad»

José María Carabante, filósofo: «Benedicto XVI fue un mártir de la verdad»

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Escrito por Álex Navajas
Publicado: 29 Agosto 2024

El doctor en Filosofía y doctor en Derecho explica en un libro, «de forma asequible» y para todos los públicos, el pensamiento de Ratzinger

A muchos, las palabras «filosofía» o «teología» les evocarán campos reservados para las élites intelectuales. Por eso, José María Carabante, con una dilatada experiencia como profesor de Filosofía del Derecho en la universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar Joseph Ratzinger. El Papa de la razón. Una introducción al pensamiento de Benedicto XVI (Sekotia), donde explica de forma asequible –y lo consigue– las claves que aportó el anterior Pontífice «para comprender la cultura contemporánea, sus problemas, sus desafíos y sus posibilidades».

Usted dice que Ratzinger fue «el Papa de la razón, el adalid de la verdad en tiempos convulsos». Esto echaría por tierra la imagen de aquellos que lo presentan como intransigente e inflexible...

Sí, la imagen que tienen algunos de Ratzinger está desdibujada. Sin embargo, cuando uno escarba un poco en su vida, ve que su manera de ser, su actitud y su filosofía están muy abiertas. En el libro se recoge, por ejemplo, un diálogo muy importante que tuvo Ratzinger con Habermas, un pensador alemán relevante de formación marxista y perteneciente a la Escuela de Frankfurt. Ahí se ve cómo él no tiene ningún problema en dialogar y en acercar posturas.

Sostiene usted que era un hombre sencillo...

Muy sencillo. Su forma de vida era estar rodeado de libros. Él quiso dejar bastantes veces el cargo de prefecto de la congregación para la Doctrina de la Fe, pero Juan Pablo II le animaba a continuar, y él obedecía. Antes de que le nombraran Papa, él pensaba retirarse como bibliotecario de la Biblioteca del Vaticano. O sea, un encargo muy sencillo porque le gustaba leer y estar tranquilo. Sin embargo, sus obligaciones en el Vaticano lo impidieron.

Advierte usted en su libro que «quizás no avistemos a los bárbaros porque ya lo somos». ¿Tan mal estamos?

Bueno, en realidad, mi perspectiva no es muy pesimista, a pesar de la afirmación. De hecho, Ratzinger también dedica bastantes escritos a la esperanza. Pero sí que veo un cambio de paradigma cultural que, a mi juicio, es preocupante. Creo que la sociedad siempre ha sido culturalmente cristiana, con independencia de la práctica real de la fe. Pero, por oleadas y por diversos movimientos culturales y filosóficos, la sociedad se ha secularizado. Por eso, cuando se habla de Dios, ya no hay ese humus de cultura que antes existía.

La advertencia de Ratzinger a los obispos «que se abren

al mundo sin filtros» por miedo a ser «aguafiestas»

Benedicto XVI llegó a tener una «querida obsesión por la verdad». ¿Eso le convirtió en una suerte de mártir?

– Sí. La idea principal de Benedicto XVI es que la verdad no está contrapuesta con la fe. Pero la razón moderna está muy limitada porque se atiene a lo empírico, a lo cuantificable. Y eso no le permite llegar a la verdad. Así se llega a un mundo relativista. Él hablaba mucho de la «dictadura del relativismo». Hace poco leí unas declaraciones de un filósofo inglés que se llama John Gray, que no es sospechoso de cristiano ni de ser lector de Benedicto XVI. Y, sin embargo, coinciden el diagnóstico.

¿Y cuál es?

Que el relativismo no conduce a sociedades más tolerantes, sino más radicales y, por tanto, más violentas. Por eso lo llamo mártir de la verdad, porque en el contexto actual en el que la verdad parece haberse oscurecido, él mantenía su importancia, al ser precisamente un lugar de encuentro, no de separación.

Ratzinger entendió que «la teología no era el campo para realizar reflexiones abstractas o para cultivar inventivas». ¿Ese era el ambiente que le rodeaba en los años 60?

Tras el Concilio, una parte de la teología piensa que el Vaticano II se ha quedado corto. Es una teología más disruptiva, más revolucionaria. Pero Ratzinger se da cuenta de que el Concilio había hecho una aportación muy importante y que había que defender la unidad de la Iglesia y el dogma. En ese contexto, en el que hay tantas polémicas, Ratzinger reivindica una forma de hacer teología que está muy centrada en la práctica espiritual, no una teología revolucionaria, idealista, utópica, como son las ideologías políticas. Él respeta mucho la tradición eclesial del pueblo y la fe del creyente de a pie. Era otra de sus muestras de sencillez.

“Ratzinger provocó una revolución dentro

del dogma y del respeto a la doctrina de la Iglesia”

Pero él fue, según afirma usted, «un adelantado por reivindicar corrientes teológicas que se miraban en la época con recelo» ...

Algunos hablan de un Ratzinger revolucionario antes del Concilio y un Ratzinger más tradicionalista después. Sin embargo, él lo desmintió reiteradamente. Al principio sí que era un teólogo moderno, en el sentido de que apostaba por tradiciones que habían sido muy importantes pero que habían palidecido, como el pensamiento de san Agustín o el personalismo, en lugar de apostar por la doctrina clásica que era tomista Pero fue una revolución dentro del dogma y del respeto a la doctrina de la Iglesia.

En el año 1966 llega a la prestigiosa facultad de Teología de la universidad de Tubinga recomendado, entre otros, por el que luego sería su oponente intelectual, Hans Küng...

Él estaba en la universidad en un momento bastante problemático por las revueltas estudiantiles fruto del marxismo. Los campus universitarios pasaron de ser sitios donde se cultivaba la verdad a fábricas de radicalismo político. Era tanto el prestigio de Ratzinger que la gente llenaba sus clases, y de ahí el éxito que tuvo al publicar Introducción al cristianismo, que le catapultó a la fama. Por eso las universidades más prestigiosas le querían. Al principio, él era muy amigo de Küng y siguió siéndolo hasta que se separaron por sus distintos puntos de vista teológicos.

Pablo Blanco Sarto, teólogo y premio Ratzinger 2023: «Para

Benedicto XVI la verdad se propone,

no se impone» (Ary Waldir Ramos Díaz)

Ratzinger afirmó que «el cristianismo protagonizó la primera revuelta ilustrada a través de la crítica de la religiosidad pagana». Me imagino que los defensores de la Ilustración y de la Revolución Francesa se resentirán al escuchar esa afirmación...

Sí, pero es muy interesante esa idea. Ratzinger afirma que el cristianismo provoca dos momentos revolucionarios: el primero es que supone un revulsivo para la religión pagana, la religión que no tenía un contenido de verdad, una religión ritualista, muchas veces dirigida a la legitimación del poder político. La idea no es solamente portarse bien o hacer rituales, sino saber que la religión salva. Y esa visión tiene una pretensión de verdad muy importante.

¿Y la segunda?

Se refiere a la Ilustración del siglo XVIII, donde Ratzinger nos explica que la razón abandonada a sí misma puede conducir a la destrucción del hombre. Y por eso hace referencia a la importancia de que la fe venga a salvaguardar la razón, para que ésta no sea el único instrumento con el que nos situamos en el mundo, sino que la fe pueda corregir los desvaríos y los defectos de la razón.

Álex Navajas en eldebate.com

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