Es precisamente el cristianismo el que propone la más firme fundamentación de la dignidad humana
El Diccionario de la Real Academia define el adjetivo «provida» como relativo a la persona «que se opone al aborto inducido, a la investigación con embriones humanos y a la eutanasia». Está bien. Pero el auténtico significado de ser provida es algo más amplio. Consiste en la defensa de la dignidad de la vida humana (terrenal) desde el principio al fin, es decir, desde la concepción hasta la muerte natural. De su dignidad, no solo de su mera existencia. Esto significa rechazar el aborto inducido, la destrucción de embriones humanos y la eutanasia, pero también mucho más, es decir, promover todo lo que integra la dignidad de la persona humana. Las tres cosas son opuestas a la dignidad de la vida y, por tanto, a la moral. La Iglesia Católica considera el aborto como un crimen abominable y un gravísimo pecado. Julián Marías afirmó que la aceptación social del aborto, junto a la generalización del consumo de drogas, era el mayor error moral del siglo XX. Creo que ahí termina el magisterio de la Iglesia sobre este asunto. La concreta regulación jurídica en defensa de la vida compete al César, pero siempre en defensa de la vida.
Pero esta misión incluye también la existencia de las condiciones inherentes a la dignidad humana, el respeto a los derechos de las personas como el derecho a la prestación sanitaria, la educación, una vivienda digna, un medio ambiente limpio y, por supuesto, a la alimentación. La miseria es contraria a la vida. Los inmigrantes ilegales vulneran la ley del país al que llegan, pero no han perdido por ello su condición humana. Todo esto debe formar parte del ideario provida. Y es irrenunciable para los cristianos y todos los hombres de buena voluntad. Pero es precisamente el cristianismo el que propone la más firme fundamentación de la dignidad humana. Por un lado, siguiendo al judaísmo, porque afirma que el hombre es creado a imagen de Dios. Por otro, porque es la única religión que afirma que Dios se ha hecho hombre, que un hombre, Jesús de Nazaret, es además Dios. De ahí que el verdadero fundamento de los derechos humanos se encuentre en el cristianismo y, de forma derivada, en la razón. Por eso son universales y no obligan solo a los creyentes, sino a todos los hombres.
En este sentido debe escucharse el gran
">discurso de León XIV, entonces cardenal Robert Prevost, en 2023, al recibir el doctorado honoris causa en la Universidad Santo Toribio de Mogrovejo en Chiclayo, sobre lo que significa en realidad ser provida. Allí dijo que no se puede estar contra el aborto y, a la vez, a favor de la pena de muerte porque no es coherente con la Doctrina Social de la Iglesia. El derecho del feto a nacer ha de ser garantizado por la legislación, pero nuestra responsabilidad no se detiene en el momento del nacimiento, sino que también deben ser garantizados el cuidado de su salud, el derecho a la educación, a todos los cuidados necesarios, especialmente de los más débiles, como los niños y los ancianos, de los hambrientos, de los que no tienen hogar y de los inmigrantes indocumentados. El cuidado de todas las vidas humanas no puede quedar al margen del ideal provida.
Ninguno de los grandes partidos españoles (ni probablemente de los pequeños) asume en su integridad los principios y exigencias de la Doctrina Social de la Iglesia. El que debería estar más cerca es el PP, ya que pertenece al Partido Popular europeo que, entre sus principios inspiradores menciona el humanismo cristiano. Pero aunque quizá sea el más próximo, está claro que se encuentra muy lejos de la Doctrina Social de la Iglesia, bien sea por estrategia electoral o por convencimiento de muchos de sus dirigentes y militantes. ¿Significa esto que los católicos estemos condenados a la abstención? No. Aunque hay opciones que un católico no puede apoyar, el voto no es un acto de adhesión moral incondicional al programa de un partido. Habrá que trabajar para que un día exista en España un partido verdaderamente provida.