Educar es otra cosa; es ilusionar con los valores, con la verdad
Pregunta: Tengo tres hijos de 15, 13 y 11 años, chicos los tres. Me parece que la educación es muy difícil a día de hoy, y hay veces que no sé por dónde empezar. Mi marido dice que no me preocupe que todo saldrá bien, pero yo veo que hay muchas cosas que no se pueden controlar: la TV, internet, el ambiente, las salidas nocturnas… Por todo ello estoy temerosa, por dónde empiezo, ¿qué es lo básico?
Es cierto que los tiempos no son fáciles, pero parece que eso siempre ha sido percibido así por los padres. Recuerdo que leí en un libro, no hace mucho tiempo que, recientemente, se había encontrado en Siria una piedra escrita, de la época de Jesucristo en la que ponía más o menos: Qué tiempos tan difíciles estos en que los hijos no obedecen a sus padres.
Lo primero que usted tiene que tener claro es qué valores quiere usted que vivan en sus hijos, porque mucha gente cree que educar a los hijos es que vayan al colegio, tengan una profesión u oficio, hagan una carrera o sepan idiomas.
Es cierto que eso es importante, pero no lo más importante, porque entonces convertiríamos el educar en algo así como dar una beca, enseñar a los hijos a ganarse la vida, ganar dinero, o algo por el estilo.
Además, habría hijos que no necesitarían ser educados. Los más espabilados, los que supieran salir para adelante solos o aquellos que tuvieran más capacidad intelectual.
Como es lógico, hay que educarlos a todos, los listos y los menos listos, porque educar es otra cosa; es ilusionar con los valores, con la verdad. En definitiva, educar es enseñar a querer a una persona y eso no es solo darle conocimientos, es enseñarle vidas, mostrarle referencias, modelos, ideales que merecen la pena ser vividos. Los padres tenemos que estar en esos ideales, en esos valores.
Hay muchos padres que quieren educar bien pero no hacen más que eso: querer. Lo cual no es poco. Pero no prevén, no programan nada. De esta manera se les van las ocasiones de educar, sin darse cuenta. O no educan como debieran, por no tenerlo previsto.
Uno tiene que saber cómo quiere educar a sus hijos, y saber ponerlo por escrito. Quiero educar a mis hijos en estos valores: el trabajo bien hecho, la amistad, etc. Y en estas creencias, las que sean.
Cuando las cosas se prevén es más fácil que ocurran, por ejemplo, si usted dice: quiero ir al cine a tal hora y a esta película, es mucho más fácil que ocurra que si usted no prevé ni programa nada.
Lo mismo sucede con la educación; si no la tenemos prevista cómo vamos a educar. Probablemente lo hagamos peor que si lo planificamos con antelación.
De esta forma, uno tiene unos valores de referencia, por donde va dirigiendo la educación de sus hijos. Estos valores, yo aconsejo que los hable con su marido y se pongan de acuerdo.
El paso siguiente es que usted los experimente. Lógicamente para probar una cosa hay que estar convencido, luego usted tiene que tener claro cuál es la guía de su vida. Qué cosas hay en usted, de las cuales, no renunciaría por nada. No son intercambiables por dinero.
Usted debería tener claro cuál es la contestación a las últimas preguntas de la vida: ¿Para qué vivo?, ¿a quién quiero y por qué?, ¿en que creo?, ¿en quién creo y por qué?, ¿cuál es el sentido de la vida? Sin tener una respuesta clara a estas preguntas, no es fácil educar.
Diría más, además de tener las respuestas claras hay que intentar vivirlas y actuar en consecuencia. Si no, es imposible educar. Se educa con nuestro comportamiento que es el que nos da autoridad para exigir.
Piense que los hijos siempre se quedaran un escalón por debajo de lo que nosotros le enseñemos. Por tanto, tenemos que mostrarle con nuestra vida que merece la pena vivir de la manera que nosotros le estamos inculcando, haciéndoles atractivas las virtudes, la exigencia personal, el esfuerzo. Si no lo hacemos así es posible que se los lleve la corriente, porque el río baja fuerte en estos tiempos.
Recuerdo que una vez me contaron que cuando el tren llego a Sudáfrica, al pasar por esos terrenos desérticos, se llenaba de piedrecillas y eso entrañaba un problema. Hubo reuniones de ingenieros y no hallaban la solución hasta que uno dijo que si el problema estaba fuera, lo que había que hacer era aumentar la presión interior
Así se hizo y el problema se solucionó. Esto es lo que tenemos que hacer como padres; si hay problemas en el ambiente, aumentemos la presión interior, la nuestra, y así estaremos mostrando mejores vidas, les estaremos diciendo con nuestro ejemplo lo que quizás no sabemos decir con la boca.
Y por último, no olvidemos exigirles, puesto a que una persona a la que no se le pide nada es una persona no valorada. Pedir no es fácil, porque lo primero que hay que hacer para llevarlo a acabo es reclamarse a sí mismo, de otra forma no vale para nada. Por no exigirse, muchos padres han renunciado a educar.
José María Contreras Luzón en eldebate.com
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