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Tiene 94 años, 70 de sacerdote, va en patinete, no quiere ser «cura de museo»... y vive en Guayaquil

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Escrito por Redacción de religionenlibertad
Publicado: 16 Octubre 2025

Llegó recién ordenado a Ecuador como sacerdote del Opus Dei 

El sacerdote español José Giner tiene 94 años y siete décadas de ministerio a sus espaldas. Viviendo en Ecuador desde que fue ordenado, la vitalidad de Giner asombra a cualquiera. Diego López Marina, en Aciprensa, cuenta su historia.

"Con esta edad no me siento maestro en absoluto: sigo siendo un discípulo. No quiero ser un 'cura de museo'; por eso me esfuerzo en mantenerme al día, leo mucho y les pido a los jóvenes que me corrijan", comenta.

Sacerdote para siempre

Giner empieza el día con una ducha fría, hace gimnasia, juega ping-pong, ve deportes, lee y dedica tiempo a la carpintería, con la que elabora arte religioso. Y lo más importante: celebra dos veces al día la Eucaristía.

"Soy un hombre muy normal, pero con algo maravilloso: Cristo, que es el verdadero sol. Soy un pobre hombre de 94 años, esa es mi verdadera definición. Lo esencial es que soy sacerdote hasta la eternidad y todo lo demás es secundario. Creo que el objetivo de la vida es trabajar para Dios y dejar que su bien penetre totalmente en nosotros", afirma.

"Pienso muy poco en mí mismo, porque desde siempre me enseñaron a valorar y apreciar a los demás. Con estos valores digo: 'Señor, yo aporto muy poco', pero lo que importa es lo que pueda dar como sacerdote", explica.

Este sacerdote del Opus Dei trabaja en la iglesia de San Josemaría, en Guayaquil. Su grupo de amigos lo forman entre 15 y 20 sacerdotes amigos, todos de la Obra, que se reúnen con frecuencia para leer, tocar la guitarra, cantar y comer. 

Giner practica gimnasia cada día. "Es importante y los médicos siempre lo recomiendan. Además —aunque le cause gracia— tengo una patinete eléctrico. A veces lo uso cerca de mi casa; la gente se ríe cuando me ve, y yo les digo 'chao, chao', porque voy muy feliz", comenta.

Una vida contemplativa

"También leo muchísimo. Tengo la mente muy despierta y me gusta leer a científicos, a autores importantes y también a novelistas. Nunca digo 'estoy cansado'; al contrario, pienso que hay que caminar y moverse. Gracias a eso tengo mucha agilidad: camino tranquilamente, me muevo sin problemas. A veces me duele el cuerpo —es natural—, pero siento que Dios me da la gracia de mantenerme en pie. Esa es la fuerza que me sostiene", dice.

No obstante, asegura que lo más importante de su vida es celebrar la misa y rezar: "Yo celebro misa todos los días, siempre. Lo fundamental es que he procurado tener mucha oración. Tengo oraciones para mantenerme sereno, y Dios me ha regalado una vida muy contemplativa. Estoy todo el día hablándole al Señor".

El sacerdote asegura que, cuando eleva su mirada al cielo, le pide a Dios: "Dame Señor tu luz: dásela a este barrio, a estas niñas y niños, a todos los que la necesitan. Concédeles el fuego del Espíritu Santo, porque eso es lo que nos enciende y nos da vida". Y, añade: "Todo lo demás es pasajero, algo externo".

Originario de Badajoz, España, llegó a Ecuador hace 70 años y lo considera su hogar. "A veces viajo, pero mi vida está aquí, en Guayaquil. He trabajado en colegios como el Torremar, siempre en contacto con jóvenes. Esa ha sido una parte maravillosa de mi vida, porque estar con gente joven te da una fuerza especial".

"A los 17 años pedí la admisión en la Obra. Más tarde, en Roma, tuve la gracia de conocer personalmente a San Josemaría Escrivá y conviví con él durante tres años. Fue un verdadero padre para mí y eso me ayudó a completar la entrega de mi vocación sacerdotal".

Fue el mismo San Josemaría quien le preguntó si quería ser sacerdote, y le transmitió que esta era "la celebración más grande que un hombre puede vivir en este mundo". Para él, esa llamada significaba servir a Dios y contribuir a hacer del mundo un lugar mejor.

"Después vine a Ecuador, donde llevo tantos años sirviendo. Soy teólogo, hice todos mis estudios, pero más allá del conocimiento académico, lo importante es la sabiduría de vivir la fe día a día", asegura.

Durante 25 años fue vicario judicial en Ecuador, experiencia que valora por el acompañamiento a otros sacerdotes. "Eso me ha dejado mucha paz interior, porque quiero y valoro profundamente a mis hermanos sacerdotes. Para mí, ellos son ‘el oro de un país’. Si en un país no hay sacerdotes, estamos ante una catástrofe inmensa".

Lo que más le alegra al repasar su vida es que en sus setenta años de sacerdocio "ha habido muchísima gente que se ha convertido, muchísima gente que se ha acercado a Dios". "Tantas almas que he podido acompañar… Y hay cosas maravillosas que, creo yo, quedan entre Dios y uno".

"A mí me llaman en cualquier momento, aunque esté almorzando o comiendo, y yo dejo todo para atender una confesión. ¿Por qué? Porque creo que un alma vale mucho más que cualquier cosa que tengamos alrededor. Y eso me da una gran alegría", asegura.

Giner reitera que si faltaran los sacerdotes, el mundo se volvería "un lugar oscuro, casi helado". "Por eso insisto: lo importante es ser fieles. Esa fidelidad es lo que sostiene a la Iglesia y lo que ilumina al mundo".

Subrayó que, a pesar de los desafíos actuales, confía en la fidelidad de la Iglesia: "Las manos de Dios no han cerrado su amor ni su misericordia. Él sigue iluminándonos como rayos dorados del sol".

"Hoy estamos en un momento crítico para la Iglesia, pero también es una oportunidad que Dios nos da para acercarnos más a Él. Si hay algo que verdaderamente hay que salvar en el mundo, es la Iglesia y la paz de Dios. Todo lo demás es pasajero, se va como el humo", afirma con convicción.

Sobre el futuro, se muestra confiado: "Muchos sienten miedo, pero yo digo: ¿por qué? Cada siglo ha tenido su propio temor, pero el futuro está en manos de Dios. Eso da una sensibilidad fantástica y una paz profunda".

Al mirar hacia atrás y reflexionar sobre su misión en la vida, afirma: "Setenta años es como ver caer las hojas del árbol. No puedes detenerte, porque día a día se va cumpliendo lo que Dios quiere". Y concluye con alegría: "Lo importante, al final de todo, es buscar siempre el sentido de la vida que Dios nos ha dado".

Redacción de religionenlibertad.com

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