Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • Grandeza de ánimo

Grandeza de ánimo

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Pablo Cabellos Llorente
Publicado: 22 Abril 2011
Cabe la disconformidad, pero no debería confundirse con el insulto expelido desde la pequeñez de alma

Levante-Emv

Aun para un no creyente, Jesús puede ser un hombre fascinante, pero falta misericordia con quien la ejercita del modo más admirable: haciéndola propia, absorbiendo en su corazón la miseria ajena para limpiarla en una cruz

Los clásicos definen la magnanimidad como tensión del ánimo hacia las grandes cosas. Es magnánimo el hombre de corazón ancho, enraizado en las posibilidades de la naturaleza humana y, para el creyente, en la fuerza de Dios. Indudablemente, esas cosas grandes no son tanto gigantes materiales cuanto actitudes interiores que se traducen, por ejemplo, en comprensión, misericordia, perdón, esperanza, generosidad. En cambio, la disposición contraria —la acedia— es como una humildad pervertida que encoge el corazón; es la renuncia malhumorada del que no se atreve con esas actitudes del buen corazón por las exigencias que comporta.

      Inicialmente, pensé en traer aquí tres nombres muy disparejos, alguno lejano a mi modo de pensar, aunque actuales por motivos diversos. Luego, sólo he dejado uno, Cristo, para evitar posibles malinterpretaciones y porque es Semana Santa. Cristo es siempre actual para el que lo cree Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado por nosotros. La epístola a los Hebreos afirma que es el mismo ayer, hoy y siempre.

      Nada que igualar ni comparar en tres hombres —de los cuales uno también es Dios— y que pensé tan diferentes, salvo en ser personas y por su relación pasiva con la virtud de la magnanimidad en el trato recibido, o más bien su contrario: la  mezquindad por juicios inmisericordes y rácanos. Los notables omitidos estaban tomados de dos mundos diferentes, pero tristemente unidos por esa realidad de los censurados desde la discrepancia hiriente. El lector puede buscar nombres y comprobará que tal actitud zahiere a muchos.

      Cristo fue maltratado en vida, en la muerte ignominiosa que sufrió, y continúa siéndolo en sus seguidores. Cuando Pablo camina hacia Damasco para apresar a los cristianos, y es derribado por una fuerza extraña, escucha esta voz: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Al preguntar por quién habla, Jesús responde identificándose con los suyos: Yo soy Jesús a quien tú persigues. El asunto no ha cesado. Aun para un no creyente, Jesús puede ser un hombre fascinante, pero falta misericordia con quien la ejercita del modo más admirable: haciéndola propia, absorbiendo en su corazón la miseria ajena para limpiarla en una cruz. Puede argüirse que muchos cristianos no se comportan adecuadamente, pero falta corazón con respecto al mismo Cristo.

      Existen otros hombres posiblemente amados por millones de personas, pero no faltan los que emplean cualquier oportunidad para juzgarlos desde un corazón enteco. Se confunde la posible discrepancia con la innecesaria pequeñez del corazón, hecha caricatura, burla o desdén. Sobre todo cuando goza del oportunismo de la moda o de lo políticamente correcto.

      Mi tercer ejemplo era alguien ahora denostado de modo impropio por tirios y troyanos. No entro en posibles y hasta necesarias divergencias pero, en cuestión de horas, han comenzado a cavar su tumba, con graves improperios, proferidos por muchos de quienes esculpieron su monumento verbal. Cabe la disconformidad, pero no debería confundirse con el insulto expelido desde la pequeñez de alma. Además, muchas veces se denigra de modo interesado.

      Dicen que la envidia es un defecto nacional. Creo poco en los defectos colectivos. Envidia es alegrarse del mal ajeno o entristecerse por su bien, pariente de esa acedia del corazón pequeñito. Leí en una red social que debemos perdonar a todos, excepto a homosexuales y herejes. Cuando menos, sorprendente. Y, sobre todo, triste, muy triste.

Pablo Cabellos Llorente

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
  • Eficacia de la Sagrada Escritura en la configuración de la vida cristiana
    Bernardo Estrada
  • Aprender a amar: amor y libertad
    Teresa Cid
  • Cristo hombre perfecto. Naturaleza y gracia en la Persona Divina de Cristo
    Ignacio Andereggen
  • Revolución de la ternura: un nuevo paradigma eclesial en el pontificado de Francisco
    Amparo Alvarado Palacios
  • La confesión sacramental, un camino de libertad y de amor a Dios
    Redaccion opusdei.org
  • El hombre como relación a Dios según Kierkegaard
    Juan F. Sellés
  • El juicio final en la teología de santo Tomás de Aquino
    Leo Elders
  • La «cooperación orgánica» del sacerdocio común y del sacerdocio ministerial en las Prelaturas personales
    José R. Villar
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad