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Una entrevista abierta

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Escrito por Ernesto Juliá
Publicado: 15 Octubre 2013
Abierta, no sólo a mil posibles lecturas e interpretaciones; sino también, a los más diversos análisis

Abierta, no sólo a mil posibles lecturas e interpretaciones; sino también, a los más diversos análisis. Y más, si la entrevista la concede la persona que ocupa la cátedra de Pedro, en Roma

      Abierta también, y por desgracia, me atrevería a decir, a los más imaginativos títulos periodísticos. Cualquier palabra, cualquier frase puede ser realzada sin más, y dejar en la sombra otros pasajes de la entrevista con mucho más contenido y valor que lo recogido en los titulares.

      Y más abierta a cualquier consideración sabiendo que la palabra del obispo de Roma, dicha o escrita en el marco de una entrevista, tiene el valor que cada uno le quiera conferir. No estamos, en ningún caso, ante una magisterio pontificio, sino, y sencillamente, ante opiniones profundamente personales que, viniendo de quien vienen, adquieren lógicamente una cierta importancia. Ya lo dejó muy claro Benedicto XVI ante la publicación de varias de estas entrevistas aparecidas después en libros.

      En ninguna de las consideraciones que he leído sobre esta entrevista del Papa Francisco a la Civiltà Cattolica, revista de los jesuitas en Roma, he visto recogida esta frase, que me parece ser una de las que mejor expresa el pensamiento del Papa, en esta ocasión:

      «¿Cómo estamos tratando al pueblo de Dios? Yo sueño con una Iglesia Madre y Pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche. De saber dialogar e incluso descender a su noche y a su oscuridad sin perderse».

      Muchos titulares se han parado en cuestiones sobre las que la Iglesia no está "obsesionada" ni mucho menos. Quienes están "obsesionados" son los abortistas, los propagandistas de la acción "homosexual" −que "personas homosexuales" no existen−, los des-extructuradores de la familia, que se "obsesionan" por obtener el reconocimiento de la Iglesia para sus planes contra la vida y la familia, y se "obsesionan" cada vez más cuando ven que la Iglesia sigue anunciando la Vida, la Creación.

      La Iglesia, a lo largo de sus dos mil años de existencia ha predicado siempre a Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, ha predicado el Amor de Dios a los hombres, ha estado cerca de todos los hombres para que descubriesen el Amor que Dios les tiene; recordasen la Creación amorosa de Dios Padre que les ha dado la vida; y les ha invitado a pedir perdón por sus pecados en el sacramento de la Reconciliación, y a agradecer a Cristo que se hiciera alimento de nuestro vivir, en el Sacramento de la Eucaristía. Nunca se ha concentrado "sólo" en limitarse a ser una predicadora de unas pautas morales, que sin la Creación, sin la Encarnación de Cristo tienen poco sentido.

      El Papa Francisco quiere acercarse a todos los hombres, y el Señor le ha concedido una gracia particular para mostrarse cercano al corazón de cada uno. Una gracia de la que sin duda el Señor se servirá para acercar muchos hombres, muchas mujeres, a su Corazón.

      «Veo la santidad −son también palabras suyas− en el pueblo de Dios paciente: una mujer que cría a sus hijos, un hombre que trabaja para llevar a casa el pan, los enfermos, los sacerdotes ancianos tantas veces heridos pero siempre con su sonrisa porque han servido al Señor, las religiosas que tanto trabajan y que viven una santidad escondida».

      A la lista que dice el Papa se pueden añadir médicos, profesores, fontaneros, artistas, deportistas, técnicos del campo, etc., etc., jóvenes y ancianos. Porque todo cristiano fiel es "profeta", anunciador de la Encarnación de Cristo, del Amor y del Perdón de Dios, y de los Mandamientos de Dios, que son el cauce para que el hombre permanezca y crezca en la amistad, en la vida, en la santidad con Dios, en Cristo Nuestro Señor.

      Los "profetas", y Elías y Juan el Bautista son un claro testimonio, han recordado al pueblo la Fe y la Moral, que son la Luz y el cauce para vivir en Cristo, y el Papa lo recuerda también en su reciente Encíclica Lumen Fidei.

Ernesto Juliá Díaz

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