Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • El tiempo de la amistad

El tiempo de la amistad

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Jaime Nubiola
Publicado: 16 Octubre 2013
El tiempo que dedicamos a los amigos −no solo el afecto− es lo que mantiene viva la amistad

filosofiaparaelsigloxxi.wordpress.com

Las amistades no son eternas de por sí, sino que se construyen en el tiempo a través del trato afectuoso habitual

      Acostumbro a decir a los estudiantes de primero que los años universitarios son los años de las grandes amistades. Esto suele ilusionarles y encenderles en ganas de abrirse a los demás para llegar a conocer a esos amigos ‘para toda la vida’. En su mayor parte se han trasladado desde otra ciudad u otro país y han dejado su familia y sus amigos de la infancia y adolescencia. Se sienten con el corazón desgarrado al verse arrancados de cuajo de sus raíces afectivas. Están desorientados y a la vez deslumbrados por las chicas o chicos “de película” con los que acaban de encontrarse en clase o en una cafetería de la universidad.

      Durante el primer año desarrollan nuevas amistades, a veces muy absorbentes, y con el paso de los cursos van decantándose aquellas relaciones más profundas o llamadas a tener una mayor estabilidad. Aunque a esa edad ya no se lleva lo de hacerse “hermanos de sangre”, en ocasiones se juran amistad eterna, sin saber que eso no es casi nunca así. No solo hay traiciones o quiebras en la confidencia que arrasan con la amistad, sino que −como sabemos bien los mayores− la amistad se apaga si el trato decae.

      Aprendí hace años de mi buen amigo Ricardo Yepes que la amistad es “benevolencia recíproca dialogada”. Los tres términos son relevantes: importa el quererse desinteresadamente; también que el afecto sea mutuo −no cabe una amistad “platónica”− y es del todo esencial la comunicación, la conversación. No hace falta proximidad física, puede ser internet, el teléfono o −como se hacía antes− las cartas, pero si se interrumpe la comunicación por un largo tiempo se desvanece la amistad, aunque subsista el afecto. La amistad se nutre de cotidianeidad, venía a decir hace años Jordi Maragall en una entrevista de prensa. Si desaparece el trato frecuente, la amistad se pierde, aunque no se pierda la estima.

      De tarde en tarde me llama por teléfono o conecta conmigo por correo electrónico algún compañero de estudios de la secundaria a quien no he visto desde hace cuarenta años para pedirme algún favor. Han pasado ya cuatro décadas, pero al escuchar la voz de aquel viejo amigo me quedo siempre con la impresión de que era solo el día anterior cuando habíamos hablado por última vez. Ha desaparecido la amistad, pero se conserva el aprecio afectuoso. De hecho, si se restablece el trato, muchas veces la amistad puede reanudarse de inmediato como si no hubiera habido ninguna interrupción. “En ocasiones —me escribe mi amigo Rafael Tomás Caldera— puede llevar más tiempo, pues hay que contarse tantas cosas… Y a veces se descubre que ya no vamos en la misma dirección y no hay interés en un nuevo encuentro”.

      Con estas líneas lo que quiero decir es que las amistades no son eternas de por sí, sino que se construyen en el tiempo a través del trato afectuoso habitual. Por eso, para cultivar la amistad lo que hemos de hacer es dedicarnos tiempo mutuamente y con gusto. Escucharse “sin mirar el reloj y sin esperar resultados −escribió la Madre Teresa de Calcuta− nos enseña algo sobre el amor”. Así pasa entre los amigos. La amistad sabe esperar, es paciente: “la paciencia −en palabras de Von Balthasar− es el amor que se hace tiempo”. Más aún, el amor de amistad vive del tiempo compartido. El tiempo que dedicamos a los amigos −no solo el afecto− es lo que mantiene viva la amistad.

Jaime Nubiola

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • El concilio ecuménico Vaticano II: características de la recepción de un concilio singular (I)
    Joaquín Perea González
  • La inculturación de la fe, desafío para una educación cristiana de calidad
    José María Barrio Maestre
  • Catolicismo y conquista del nuevo mundo. Función, apogeo y decadencia
    Felipe Pérez Valencia
  • El problema de la debilidad del espíritu
    Rafael Alvira
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad