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Europa, ¿un gigantesco museo?

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Escrito por Francisco Pérez-Latre
Publicado: 16 Enero 2012
Las bases de la Unión Europea no pueden ser simplemente económicas <br /><br />

Las Provincias

El viejo continente parece haber perdido el impulso de sus ideales fundacionales que exportó a todo el mundo, donde sirven como fuente de referencia e inspiración

      Los logros históricos de Europa son verdaderamente impresionantes. Sin afán de ser exhaustivos, se pueden citar la libertad religiosa y de opinión; el control parlamentario del Estado; la separación de poderes; los derechos humanos. Europa los exportó primero a Estados Unidos, y luego a todo el mundo, donde sirven como fuente de referencia e inspiración.

      Pero ahora el viejo continente parece haber perdido el impulso de sus ideales fundacionales, y corre el riesgo de convertirse en una especie de gigantesco museo que apenas tiene relevancia en el contexto internacional. Algunos analizan con interés los ejemplos de Suiza y de Noruega, economías europeas que parecen funcionar bien sin la Unión.

      No cabe duda de que vivimos días decisivos para el proyecto europeo. La Comisión se acerca al consenso para trabajar por un nuevo tratado. Tras la cumbre franco-alemana se habla abiertamente de refundación, y la Comisión ha logrado un amplio consenso para trabajar por un nuevo tratado. También se dice que una política fiscal común es imprescindible y que ahora estamos más cerca. Son buenas noticias, que no pueden ocultar que todavía queda mucho por hacer, porque la nueva Europa debe sustentarse no solo sobre las leyes, la política y la economía sino también en un proyecto y una visión ampliamente compartidos.

      El 2011 demostró que la crisis económica y política es también una crisis de valores, con sus secuelas de especulación y corrupción. Las finanzas, los bancos y la especulación inmobiliaria multiplican las deudas de las naciones. Mientras buscamos modelos más productivos y menos especulativos, parece claro que a los europeos nos une algo más que la moneda común.

      El euro ha sido un éxito porque es un modo de lograr que los europeos estén más cerca unos de otros, siguiendo la lógica de la libre circulación de personas y capitales que tantas ventajas ofrece a los ciudadanos. Pero el euro por sí solo no hace la Unión. Si solo se defienden intereses económicos y políticos nacionales, el proyecto europeo no subsistirá. Las bases de la Unión Europea no pueden ser simplemente económicas.

      La crisis que padecemos tiene efectos demoledores sobre las economías y las familias, pero puede tener también un papel catalizador de las mejores energías de los europeos, que tenemos que afrontar estos males con imaginación y creatividad, buscando respuestas novedosas. A lo mejor la crisis sirve para acelerar transformaciones que ya no deben aplazarse más.

      Además de la crisis de valores, que necesita respuestas comunes, hay una crisis de innovación. ¿Dónde están los Google y los Apple del continente? Europa padece una crisis económica, pero sobre todo ha dejado de innovar y parece burocratizada, desilusionada y adormecida en su bienestar y riqueza. Por eso carece de la necesaria creatividad, y es incapaz de movilizar a su propia gente. También en este caso se puede decir que el mercado resulta necesario, pero no suficiente.

      Hemos visto cómo los gobiernos europeos (y el de Estados Unidos) han invertido ingentes cantidades de dinero para salvar instituciones financieras que se consideraban demasiado grandes para que fracasaran. ¿Está dispuesta la Unión a invertir también en fundamentos e ideales comunes que vayan más allá de las finanzas y la economía?

      En el proceso de refundación de Europa sobre cimientos más sólidos, la formación jugará un papel esencial. La educación permite a los ciudadanos afrontar las transformaciones que trae consigo la crisis, convirtiéndola en oportunidad para innovar y desprenderse de los malos hábitos. En el contexto de la crisis, el objetivo pasa por lograr que haya en la ciudadanía una cultura del esfuerzo, junto con las necesarias cotas de bienestar y riqueza.

      Algunas experiencias educativas europeas (como la de Finlandia, donde todos los profesores de primaria han hecho un máster) demuestran que se puede exigir. Es el mejor servicio que podemos prestar a las próximas generaciones de ciudadanos europeos. Ya que nuestros jóvenes carecen de un empleo seguro, vamos a procurar darles una formación segura.

      Europa es un gran proyecto que tiene que ilusionar de nuevo a sus ciudadanos. Supone un reto fascinante porque lo que necesita son ideales mejores y más altos. La propuesta 'Europa Creativa' de la Comisión, con generosa financiación para el talento y las artes, es un paso en la buena dirección. Es un momento para grandes líderes con un verdadero proyecto integrador (como lo fueron Adenauer, Monnet, De Gasperi o Schumann). Europa no es sólo la Unión Europea: es, sobre todo, un conjunto de ideas que han hecho mejor el mundo. Es toda una esperanza para el mundo, siempre que sea capaz de superar su esclerosis.

Francisco Pérez-Latre. Profesor de la Facultad de Comunicación. Universidad de Navarra

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