Homilía I: con textos de homilías pronunciadas por S.S. Juan Pablo II
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
(Gen 18,20-32) "En atención a los diez, no la destruiré"
(Col 2,12-14) "Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo"
(Lc 11,1-13) "Padre, santificado sea tu nombre"
Homilía en Castelgandolfo (27-VII-1980)
--- Oración
--- Súplica de Abraham
--- Conocer a Dios Padre
--- Oración
"Señor enséñanos a orar": estas palabras dirigidas directamente a Cristo y que hoy nos recuerda la lectura del Evangelio, no pertenecen sólo al pasado. Son palabras repetidas constantemente por los hombres, es un problema siempre actual: el problema de la oración.
¿Qué quiere decir rezar? ¿Cómo hay que rezar? Por eso la respuesta que dio Cristo es siempre actual. ¿Y qué respuesta dio Cristo? En cierto sentido, Él enseñó, a los que le preguntaban, las palabras que debían pronunciar para rezar, para dirigirse al Padre.
Cristo, pues, enseñó las palabras de la oración; las palabras más perfectas, las palabras más completas; en ellas se encierra todo.
¿Qué quiere decir rezar? Rezar significa sentir la propia insuficiencia, sentir la propia insuficiencia a través de las diversas necesidades que se presentan al hombre, las necesidades que constantemente forman parte de su vida. Como, por ejemplo, la necesidad de pan a que se refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a media noche para pedirle pan. Tales necesidades son numerosas. La necesidad de pan, es en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materiales, de las necesidades del cuerpo humano, de las necesidades de esta existencia que nacen del hecho de que el hombre es el cuerpo.
--- Súplica de Abraham
A la respuesta de Cristo, en la liturgia de hoy, pertenece también ese maravilloso pasaje del Génesis, cuyo personaje principal es Abraham. Y el principal problema es el de Sodoma y Gomorra; o también, en otras palabras, el del bien y el del mal, del pecado y de la culpa; es decir, el problema de la justicia y de la misericordia. Espléndido es ese coloquio entre Abraham y Dios, en que se demuestra que rezar quiere decir moverse continuamente en la obra de la justicia y de la misericordia, es un introducirse entre una y otra en Dios mismo.
Rezar, por tanto, quiere decir ser consciente de todas las necesidades del hombre, de toda la verdad sobre el hombre y, en nombre de esa verdad, cuyo sujeto directo soy yo mismo, pero también mi prójimo, todos los hombres, la humanidad entera..., en nombre de esa verdad, dirigirse a Dios como al Padre.
Ahora bien, según la respuesta de Cristo a la pregunta “enséñanos a orar” todo se reduce a este singular concepto: aprender a rezar quiere decir “aprender quién es el Padre”. Si nosotros aprendemos, en el sentido pleno de la palabra, en su plena dimensión, la realidad “Padre”, hemos aprendido todo. Aprender quién es el Padre quiere decir aprender la respuesta a la pregunta cómo se debe rezar, porque rezar quiere decir también encontrar la respuesta a una serie de preguntas ligadas, por ejemplo, al hecho de que yo rezo y a veces no soy escuchado.
Cristo da respuestas indirectas a estas preguntas también en el Evangelio de hoy. Las da en todo el Evangelio y en toda la experiencia cristiana. Aprender quién es el Padre quiere decir aprender lo que es la confianza absoluta. Aprender quién es el Padre quiere decir adquirir la certeza de que Él no podrá absolutamente rechazar nada. Todo esto se dice en el Evangelio de hoy. Él no te rechaza ni siquiera cuando todo, material y psicológicamente, parece indicar el rechazo. Él no te rechaza jamás.
--- Conocer a Dios Padre
Por tanto, aprender a rezar quiere decir “conocer al Padre” de ese modo; aprender a estar seguros de que el Padre no te rechaza jamás nada, sino que, por el contrario, da el Espíritu Santo a quienes lo piden.
Los dones que pedimos son diversos como lo son nuestras necesidades. Pedimos según nuestras exigencias y no puede ser de otro modo. Cristo confirma esa nuestra actitud; sí, así es; debéis pedir según vuestras exigencias, tal como las sentís. El Padre nos da el Espíritu Santo. Y lo da en consideración de su Hijo. Por esto ha dado a su Hijo, ha dado a su Hijo por los pecados del mundo, ha dado a su Hijo saliendo al encuentro de todas las necesidades del mundo, de todas las necesidades del hombre, para poder siempre, en este Hijo crucificado y resucitado dar el Espíritu Santo. Este es su don.
Aprender a rezar quiere decir aprender quién es el Padre y adquirir una confianza absoluta en Aquel que nos ofrece este don cada vez más grande y, ofreciéndonoslo, jamás nos engaña. Y si a veces o incluso frecuentemente no recibimos directamente lo que pedimos, en este don tan grande -cuando se nos ofrece- se hallan encerrados todos los otros dones; aunque no siempre nos damos cuenta de ello.
El ejemplo que más me ha impresionado es el de un hombre que encontré en un hospital. Estaba gravemente enfermo a consecuencia de las lesiones sufridas durante la insurrección de Varsovia. En aquel hospital me habló de su extraordinaria felicidad. Este hombre llegó a la felicidad por cualquier otro camino, ya que juzgando visiblemente su estado físico desde el punto de vista médico, no había motivo para ser tan feliz, sentirse tan bien y considerarse escuchado por Dios. Y sin embargo había sido escuchado en otra dimensión de su humanidad. Recordó el don en que encontró la felicidad, aún siendo tan infeliz.
El hombre, defraudado de tantos programas, de tantas ideologías ligadas a la dimensión del cuerpo, a la temporalidad, al orden de la materia, se somete a la acción del espíritu y descubre en sí el deseo de lo que es espiritual. Creo que, realmente, hoy pasa una revolución así por el mundo. Son muchas las comunidades que rezan, rezan quizá como nunca se rezó antes, de modo diverso, más completo, más rico, con una más amplia apertura a ese don que nos da el Padre; y también con una nueva expresión humana de esa apertura. Diría que con un nuevo programa cultural de la oración nueva. Deseo unirme con ellas por dondequiera se encuentren.
Esta gran revolución de la oración es el fruto del don y es también el testimonio de las inmensas necesidades del hombre moderno y de las amenazas que pesan sobre él y sobre el mundo contemporáneo. Creo en la oración de Abraham y su contenido es muy actual en los tiempos en que vivimos. Es tan necesaria una oración así, para tratar con Dios por cada hombre justo; para rescatar al mundo de la injusticia. Es indispensable una oración que se introduzca, diríamos en el corazón de Dios entre lo que en Él es la justicia y lo que en Él es la misericordia.
La respuesta de Cristo a la pregunta "enséñanos a orar" es siempre actual; debemos descifrarla en su contenido original.
DP-209 1980
Homilía II: a cargo de D. Justo Luis Rodríguez Sánchez de Alva
¡"Dios sensible al corazón", escribió Pascal; dejándose conmover por las súplicas de Abrahán! ¡Dios que nos ha dado toda clase de seguridades en la oración, afirmando que si un padre no daría una piedra a un hijo suyo que le pidiera pan -y los hombres somos malos- cuánto más el "Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden"! Nadie nos hace tanto caso ni puede ayudarnos más eficazmente que el Señor.
"Todo el que pide recibe", Jesús no hace restricciones. S. Agustín enseña que nuestra oración no siempre es atendida porque pedimos "aut mali, aut male, aut mala". "Mali": porque somos malos; "Male": porque pedimos mal, sin constancia y sin fe; "Mala": porque pedimos cosas malas, que no nos convienen, y Dios, como un buen padre a un hijo inconsciente, no las otorga.
Hay una sola cosa que no podemos lograr en la oración, y es: la que no hayamos pedido con fe. Si lo que pedimos entra en los planes de Dios y conviene a nuestra alma, si pedimos pan y no piedras, el Señor nos lo concederá cuando Él quiera y como Él quiera; porque Dios da siempre lo que es bueno a quienes se lo piden. "Quien sabe todo lo que sufrís y lo puede impedir -enseña S. Juan Crisóstomo- si no lo impide es evidente que por providencia y cuidado de vosotros no lo impide".
Debemos orar sin desanimarnos aunque nos parezca que, a pesar del tiempo que llevamos suplicando a Dios, la ayuda esperada no llega o es insuficiente. No importa. Después de cada fracaso -cuando se trate de pedir el desarraigar un defecto o la adquisición de una virtud-, pedir perdón, levantar el ánimo y volver a intentarlo de nuevo. A menudo lo que Dios nos otorga primero no es la virtud sino el volver a intentarlo una y otra vez. Así nos cura de nuestra suficiencia y nos enseña a depender de Él.
Dios nos escucha siempre, pero cuando usamos las mismas palabras que Él nos indicó, con más motivo. S. Agustín aseguraba que la oración del Padrenuestro es tan perfecta, que, en pocas palabras, se encierra todo lo que el hombre debe pedir a Dios. El "Padrenuestro" es, sin duda, la oración más comentada de toda la Sagrada Escritura. Los Padres y los grandes escritores de la Iglesia nos han ofrecido explicaciones llenas de sabiduría y piedad. Juan Pablo II dice que: "Hay en ella una sencillez tal, que hasta un niño la aprende, y a la vez una profundidad tal, que se puede consumir una vida entera meditando el sentido de cada palabra".
"Quien no hace oración, no necesita demonio que le tiente, decía Sta Teresa, en tanto que quien tiene un cuarto de hora al día, necesariamente se salva".
Homilía III: basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Orad así: Padrenuestro...»
I. LA PALABRA DE DIOS
Gn 18, 20-32: No se enfade mi Señor, si sigo hablando
Sal 137, 1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8: Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste
Col 2,12-14: Os dio la vida en Cristo, perdonándoos todos los pecados
Lc 11,1-13: Pedid y se os dará
II. LA FE DE LA IGLESIA «Jesús es el Maestro de nuestra oración»(2765)... «Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mimético. Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre» (2766).
«La oración dominical es la oración por excelencia de la Iglesia» (2776).
«La confianza sencilla y fiel, y la seguridad humilde y alegre son las disposiciones propias del que reza el Padre Nuestro» (2797).
III. TESTIMONIO CRISTIANO
«La oración dominical es, en verdad, el resumen de todo el Evangelio... Por tanto, cada uno puede dirigir al cielo diversas oraciones según sus necesidades, pero comenzando siempre por la oración del Señor, que sigue siendo la oración fundamental» (Tertuliano) (2761).
«Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que podais encontrar algo que no esté incluido en la oración dominical» (S. Agustín) (2762).
IV. SUGERENCIAS PARA EL ESTUDIO DE LA HOMILÍA
A. Apunte bíblico-litúrgico
La confiada insistencia de Abrahán cuando intercedía por las ciudades condenadas de Sodoma y Gomorra halló eco en la paciente condescendencia en Dios. La catequesis de Jesús sobre la oración tiene dos partes. En la primera enseña la plegaria modélica, el «Padre nuestro»; en la segunda se exponen las condiciones de la oración cristiana: constancia y confianza en la buena disposición de Dios Padre hacia su Hijo.
La segunda lectura expone como el misterio Pascual de Cristo se actualiza en el Bautismo y su poder regenerador se aprovecha mediante la fe.
B. Contenidos del Catecismo de la Iglesia Católica
La fe:
El «padrenuestro», resumen de todo el Evangelio: 2759-2776.
La respuesta:
Comentario a cada una de las peticiones: 2777-2865.
C. Otras sugerencias
La oración es parte integrante de la vida cristiana, pero ¿Sabemos orar? Jesús enseña a los discípulos a hablar con Dios en espíritu y verdad: el Padre Nuestro, y les exhorta a las actitudes del que ora en verdad.
Revisad la frecuencia en el rezo del Padrenuestro. ¿Se está perdiendo su uso? Revisad la calidad en el rezo del Padrenuestro ¿Es una rutina? Revisad, sobre todo, las disposiciones interiores en el rezo del Padre nuestro.
Glosar algunas de las peticiones del Padrenuestro, según los destinatarios.
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