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Un papa alemán y una república laica

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La multitud de los Inválidos ha recibido la sorpresa de escuchar a un Papa que ha pedido a los jóvenes “no tener miedo a Dios”

El Mundo

La palabra “laicidad” ha invadido la prensa francesa con motivo de la visita a Francia de Benedicto XVI. Expresiones como “laicidad positiva”, “sana laicidad”, “laicismo”, “Estado laico”, copan los titulares de Le Monde, Le Figaro, Libération, La Croix etc. Esto es buena señal, porque revela una transformación de lo que históricamente nace del conflicto y la hostilidad en algo ejemplificador de tolerancia y neutralidad.

La verdad Almudi.org - Rafael Navarro-Vallses que –como ha demostrado J.T.Gunn- la historia real de la laicidad, en comparación con el mito en que se ha convertido, está llena de ejemplos de dura agresión contra las Iglesias, entre ellos un genocidio cometido en nombre de la Razón.

Veamos: 1) Durante los años posteriores a 1792, fase en el que se incoa la noción, miles de clérigos y monjas fueron asesinados en París y en otras partes de Francia; 2) Durante la Tercera República (particularmente desde 1870 hasta 1905, período en que el concepto de laicidad se asienta), el Estado francés rehusó reconocer personalidad jurídica a las congregaciones, miles de escuelas religiosas fueron cerradas, y la ley de separación de 1905 expropió todos los edificios de la Iglesia construidos antes de ese año.

Consciente de ello, el presidente francés Nicolás Sarkozy -en el discurso pronunciado en el Elíseo ante Benedicto XVI- ha matizado la Historia afirmando que prescindir de las religiones sería “une folie", «una falta contra la cultura y contra la razón”. Y en su contestación, el papa Ratzinger coincidía en la necesidad de “un diálogo sereno y positivo” sobre la laicidad, para “la creación de un consenso ético fundamental en la sociedad”.

Era sorprendente el espectáculo del papa alemán y el presidente del Estado más laico del mundo trazando puentes en la zanja ideológica que divide a Europa. Los bastiones laicistas de la República se movían inquietos en el trasfondo, aunque solamente lograban agrupar unos 300 manifestantes en protesta contra la visita papal.

Benedicto XVI ha sido llamado "el Papa de las sorpresas tranquilas", un líder religioso que saca con naturalidad nuevos ases de la manga. Uno de ellos: su afirmación ante la comunidad judía francesa de que “ser antisemita, es ser anticristiano”. Otro: su condena simultánea del “fanatismo fundamentalista” y de “la libertad sin vínculos”, en el impecable discurso ante un millar de intelectuales y políticos. En mi opinión, una llamada para que también el Estado –no sólo el francés o el español- corra el riesgo de la libertad en sus relaciones con las Iglesias.

Desde mi punto de vista, en un mercado libre de ideologías intentar crear “zonas de incontaminación religiosa” es un error, también político. En fin, la multitud de los Inválidos ha recibido la sorpresa de escuchar a un Papa que ha pedido a los jóvenes “no tener miedo a Dios” y plantearse la entrega a su servicio en el seno de una sociedad laica en la que solamente practica el 15%.

Ahora, en Lourdes, donde el Papa ya ha comenzado su “peregrinación”, llega la hora de la verdad. Quiero decir, de aquello que preocupa a todos, no sólo a las élites: el sufrimiento humano. La visita de Benedicto XVI parece querer recalcar que el viejo santuario no es un museo histórico que guarda reliquias del pasado. Los seis millones de personas que anualmente lo visitan es una demostración más del poder de la religión para movilizar multitudes dispuestas a aliviar el sufrimiento de los hombres. En esto parece que todos estamos de acuerdo.

Rafael Navarro-Valls, es catedrático de la Complutense y autor del libro “Del poder y de la gloria” sobre política vaticana.

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