Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias antiguas
  • La vocación explicada por el Papa (II)

Noticias antiguas

La vocación explicada por el Papa (II)

  • Imprimir
  • PDF
Confidencias de Juan Pablo II y Benedicto XVI

AnalisisDigital.com

Habíamos visto, anteriormente, en otra colaboración, la importancia decisiva que tiene la familia en la vocación sacerdotal o en la vocación a otra entrega de total servicio a Dios. La maravilla de la elección sacerdotal y de su valoración, por parte del Pueblo de Dios, está Almudi.org - Familiasometida al grave peligro de la vulgaridad. Vulgar –como dirá Chesterton– es convivir con la grandeza… ¡y no darse cuenta! El Papa quiere que no seamos vulgares.

En este contexto, el año en el que el Santo Padre Benedicto XVI quiere que la Iglesia entera redescubra y contemple la belleza del sacerdocio se encuadran estas líneas. La verdad ilumina con su esplendor, la bondad atrae y la belleza fascina. Con estas premisas de tres trascendentales, podemos afirmar que no hay nada tan fascinante como quedar iluminados por la verdad del Dios infinitamente bueno que ha hecho partícipe al hombre del conocimiento divino de la verdad con el don de la fe. Agradecimiento creciente ante la angustiosa búsqueda e infructuosa de tantos por encontrarla.

Es impresionante pensar cuántos que poseemos la verdad y conocemos, en consecuencia, el sentido de la vida humana, de la historia y del universo entero, lo hemos heredado de la fe de nuestros padres sin esfuerzo personal. Disfrutamos de un admirable patrimonio que no nos hemos labrado. Pensemos por un momento en cuántos hay que no poseen la verdad y arrastran una existencia que carece de un “para qué”. Gentes que son mejores en todo a nosotros y que después de vanas como extenuantes búsquedas, desilusionados y amargados se han abandonado, y se abandonan a la desesperación.

Es ilusionante constatar la acción de Dios y ver, no obstante, ¡cuántos han logrado encontrar la verdad después de años de angustiosos interrogantes y penosas experiencias! Juan Pablo II hacía recapacitar en este agónico sendero: “Pensad, por ejemplo, en el dramático itinerario de San Agustín para llegar a la luz de la verdad y a la paz de la inocencia reconquistada. ¡Y qué suspiro lanzó cuando finalmente alcanzó la luz! Y exclamó con nostalgia: ¡Tarde te amé! Pensad en la fatiga que tuvo que pasar el célebre Cardenal Newman para llegar, con la fuerza de la lógica, al Catolicismo. ¡Qué larga y dolorosa agonía espiritual! Y del mismo modo podríamos recordar tantas otras figuras eminentes, pasadas y recientes, que han tenido que luchar duramente para ganar la verdad” [1].

Lo habitual es que las vocaciones florezcan de manera muy natural en los ambientes propicios: una familia cristiana –quizá numerosa–, transida de la piedad de los padres y del ejercicio de las virtudes más esenciales: la laboriosidad, la generosidad, el espíritu de servicio, etc. El Papa Benedicto XVI, nació en Marktl am Inn, el 16 de abril de 1927. Sus padres eran de condición humilde; de hecho, el padre era comisario de la gendarmería y provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera. De ellos aprendió a rezar de niño. Así decía Benedicto XVI: “Cada mañana, antes de levantarme, rezo primero una breve oración. El día parece diferente cuando uno se adentra directamente en él” y en otro momento: “nuestros padres nos ayudaron desde muy pequeños en la comprensión y el entendimiento de la liturgia” [2].

Relatando su llamada al sacerdocio en 1938 Benedicto XVI señala que “… no fue un encuentro en el sentido de una iluminación mística. No es éste un ámbito de experiencias del que pueda vanagloriarme. Sin embargo, puedo decir que el conjunto de la lucha desembocó en un conocimiento claro y exigente, de forma que también se manifestó en mi interior la voluntad de Dios” [3]. Cuando entró en el Seminario, donde ya estaba su hermano, pudo sufragar los gastos gracias, en parte, a su hermana que se puso a trabajar en una tienda ya que su padre iba muy ajustado de dinero.

Algo semejante le sucedió a Juan Pablo II e incluso respondía en público, cuando algún joven se lo preguntaba: “Muchas veces me preguntan, sobre todo la gente joven, por qué me hice sacerdote. Contestaré brevemente. Pero tengo que empezar por decir que es imposible explicarlo por completo. Porque no deja de ser un misterio, aún para mí mismo. ¿Cómo se pueden explicar los caminos del Señor? Con todo sé, que en cierto momento de mi vida me convencí de que Cristo me decía lo que había dicho a miles de jóvenes antes que a mí: ¡Ven, sígueme! Sentí muy claramente que la voz que oía en mi corazón no era humana, ni era una ocurrencia mía. Cristo me llamaba para servirle como sacerdote” [4].

La alegría y el agradecimiento de Juan Pablo II y de Benedicto XVI son paralelos. El primero decía en una ocasión: “…como ya lo habréis adivinado, estoy profundamente agradecido a Dios por mi vocación al sacerdocio. Nada tiene para mí mayor sentido ni me da mayor alegría que celebrar la Misa todos los días y servir al Pueblo de Dios en la Iglesia. Ha sido así desde el día mismo de mi ordenación sacerdotal. Nada lo ha cambiado, ni siquiera el llegar a ser Papa. Al haceros esta confidencia, quisiera invitaros a cada uno de vosotros a escuchar cuidadosamente la voz de Dios en vuestros corazones. Toda persona humana está llamada a la comunión con Dios” [5].

Por su parte Benedicto XVI recordará que el día de su ordenación fue el más importante de su vida. “El día de nuestra Primera Misa, (…) estábamos invitados a llevar a todas las casas la bendición de la Primera Misa y fuimos acogidos en todas partes –también entre personas completamente desconocidas– con una cordialidad que hasta aquel momento no me podría haber imaginado. Experimenté así, muy directamente, cuán grandes esperanzas ponían los hombres en sus relaciones con el sacerdote, cuánto esperaban su bendición, que viene de la fuerza del sacramento. No se trataba de mi persona ni de la de mi hermano: ¿qué podrían significar, por si mismo, dos hermanos, como nosotros, para tanta gente que encontrábamos? Veían en nosotros unas personas a las que Cristo había confiado una tarea para llevar su presencia entre los hombres” [6].

Las cosas no son como empiezan sino como terminan. Comenzar un camino no significa haber llegado a la meta pero tratándose de quereres divinos… comenzar es tener hecho casi más de la mitad. Una vez llegados a la primera etapa del sacerdocio hay que redescubrir la hermosura de ese camino y perseverar en él, sólo así serán los sacerdotes estímulo para futuras vocaciones. Recientemente, en la Solemnidad del Corpus Christi, decía Benedicto XVI: “Me dirijo particularmente a vosotros, queridos sacerdotes, que Cristo ha elegido para que junto con Él podáis vivir vuestra vida como sacrificio de alabanza por la salvación del mundo. Sólo de la unión con Jesús podéis obtener esa fecundidad espiritual que es generadora de esperanza en vuestro ministerio pastoral” [7].

Pedro Beteta López. Doctor en Teología y Bioquímica

Notas al pie:

[1] Juan PabloII, A los seminaristas romanos, 13-X-1979.

[2] Alfa y Omega, 28-IV-2005; p. 13. Se recogen detalles de su vida publicados en algunos de sus libros.

[3] Alfa y Omega, 28-IV-2005; p. 13. Se recogen detalles de su vida publicados en algunos de sus libros.

[4] A los jóvenes, San Antonio (Estados Unidos), 14-IX-1987.

[5] A los jóvenes, San Antonio (Estados Unidos), 14-IX-1987.

[6] Alfa y Omega, 28-IV-2005; p. 13. Se recogen detalles de su vida publicados en algunos de sus libros.

[7] Benedicto XVI, Homilía del Corpus Christi, 11-VI-2009.

Enlace relacionado:

La vocación explicada por el Papa (I)

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • Eucaristía y sacerdocio
    Fernando Ocáriz
  • La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria
    César Enrique López Arrillaga
  • Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano
    Card. Julián Herranz
  • Una nueva primavera para la Iglesia
    Benedictus.XVI
  • El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América
    Mariano Fazio
  • El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han
    Juan Pablo Espinosa Arce
  • El culto a la Virgen, santa María
    Gaspar Calvo Moralejo
  • Ecumenismo y paz
    José Carlos Martín de la Hoz
  • Verdad y libertad I
    Eudaldo Forment
  • La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes
    Benigno Blanco
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis IV
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis III
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis II
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis I
    Mª Dolores Odero
  • En torno a la ideología de género
    Benigno Blanco
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad