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China, tierra de esperanza

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Escrito por Ernesto Juliá Díaz
Publicado: 23 Octubre 2012
Han conservado siempre hasta ahora la piedad, la fidelidad, la sinceridad y la devoción de los primeros cristianos

ReligionConfidencial.com

«Nuestra Iglesia en China, en particular los laicos, han conservado siempre hasta ahora la piedad, la fidelidad, la sinceridad y la devoción de los primeros cristianos, a pesar de haber soportado cincuenta años de persecuciones»

      Las sesiones del Sínodo de Obispos que se está celebrando en Roma están abiertas a toda clase de intervenciones y de iniciativas. Quizá, sin embargo, ninguno de los participantes se esperase un testimonio más claro y preciso que el que acaban de recibir de China.

      El obispo Lucas Ly Jingfeng, que no ha podido viajar a Roma, ha escrito una carta al Papa en latín para manifestarle su adhesión a la Sede de Pedro, y para «consolarlo en la Fe».

      Sí, he escrito bien. "Consolar al Papa en la Fe". El obispo se conmovió al leer la lamentación de Benedicto XVI sobre el estado de la Fe en algunas naciones de raigambre católica. «En vastas zonas de la tierra la fe corre peligro de apagarse como una llama que no encuentra más alimento. Estamos delante de una crisis profunda de fe, de un pérdida del sentido religioso que constituye el mayor desafío de la Iglesia de hoy».

      Y desde China llegan unas palabras de consuelo.

      «Espero que nuestra fe de cristianos en China pueda consolar al Papa. No menciono la política porque es siempre pasajera».

      El obispo Ly Jigfeng sabe dónde el hombre encuentra el verdadero alimento de su espíritu. En Occidente estamos quizá demasiado enfangados —me parece que es ésa la palabra— en una serie de discusiones sobre secularismo, relativismo, indiferentismo, etc., etc., que nos impiden levantar la mirada a la Cruz de Cristo, y con Cristo, elevarla hasta Dios Padre; y bajarla después a la tierra y descubrir en las personas, sanas, enfermas, que nos rodean, el rostro de otros hijos de Dios, el rostro de Cristo.

      El obispo chino sitúa el problema en sus verdaderos términos: la Fe. Esa relación de todo nuestro ser, no solo de la inteligencia, ni de la razón, ni del sentimiento, ni de la emoción, ni del instinto, sino la plenitud del "yo", de la persona, con «Dios que es amor, que se ha hecho cercano al hombre encarnándose y entregándose a sí mismo en la cruz para salvarnos y reabrirnos las puertas del Cielo».

      Las persecuciones en China han sido duras, muy duras; también porque los fieles católicos a la Iglesia y al Papa, han tenido que sufrir los ultrajes y las injusticias de sacerdotes y obispos traidores, vendidos al poder, corruptos; aunque nunca han faltado, tampoco, muchos mártires, y sacerdotes y obispos que han procurado vivir plenamente la fe, aun en la apariencia de un compromiso con el poder, que rechazaban plenamente en su interior.

      El obispo, después de expresar el testimonio de la fe de los fieles chinos —veinte mil católicos en su diócesis—, manifiesta su fe rezando: «Rezo intensamente a Dios para que nuestra piedad, felicidad y sinceridad puedan sanar la tibieza, la infidelidad y la secularización que surgieron en el exterior debido a un libertad sin frenos».

      Los católicos chinos transmiten hoy a toda la Iglesia un mensaje de Fe y de Esperanza. Han vivido profundamente su libertad resistiendo insidias, traiciones, obstáculos, contradicciones de todo tipo, y la incomprensión de muchos gobiernos que por temor a perder intereses comerciales en China, jamás han dicho una palabra para defender las libertades —también la religiosa— de los ciudadanos chinos.

      Los chinos católicos han saboreado el gozo de "la libertad de los hijos de Dios"; y ahora comienzan a alegrarse de transmitir la Fe y la Esperanza, con la Caridad, a las tierras que un día enviaron a sus hijos a predicar a Cristo en las orillas del Yang-tse.

Ernesto Juliá Díaz

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