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  • Maximino, paciente de cuidados paliativos: «Llegué para morir y me devolvieron la vida»

Maximino, paciente de cuidados paliativos: «Llegué para morir y me devolvieron la vida»

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Escrito por María Fernández
Publicado: 18 Octubre 2025

Desde el Hospital Centro de Cuidados Laguna le han devuelto «las ganas de vivir», algo muy positivo, puesto que es una persona alegre y quiere contagiar esa alegría a los demás

Los cuidados paliativos dan vida, esperanza, tranquilidad y seguridad. Todo el mundo debería tener derecho a recibir esta ayuda en la última etapa de su vida. Sin embargo, no siempre es posible. Este año, según la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal), se estima que entre 300.000 y 370.000 personas necesitan cuidados paliativos anuales, pero solo alrededor del 40 % recibe atención especializada.

Uno de los afortunados es Maximino Martínez Poza, paciente que actualmente se encuentra en el Hospital Centro de Cuidados Laguna, en Madrid. Antes de acudir al centro, no sabía «nada» sobre los cuidados paliativos. De hecho, pensaba que eran simplemente un sitio «donde la gente iba a morir, y nada más». La enfermedad de su madre le hizo comprender que era «algo más», pero no la importancia que tenían realmente.

Sin embargo, no fue hasta que él entró que empezó a comprender el impacto y significado real. Ha sido como comenzar otra vida. Maxi, como le llaman, llegó al Hospital de Cuidados Laguna después de estar en otro hospital de Madrid, donde no podrían hacer más por él. Esto fue un regalo. De hecho, asegura que fue como entrar en otro mundo: «He vuelto a vivir y a sentir cosas que ya no sentía. Llegué para morir y me devolvieron la vida. Es algo maravilloso poder decir que hay gente que se dedica a mí, mañana, tarde y noche, con tanto cariño», reflexiona.

Por su parte, Miriam Gómez-Albo Parra, psicóloga del Hospital de Cuidados Laguna, asegura que su objetivo principal es la acogida. Es por ello que buscan que cuando el paciente y su familia llegan a Laguna sientan «que están en un lugar donde se les recibe y acompaña», no solo a nivel médico, sino también psicológico y social. También quieren que sepan que están disponibles para ayudarles «en este proceso» y que este puede ser «un espacio de descanso para todos».

Justo lo transmitido por la experta es lo mismo que siente su paciente, Maxi, quien revela que llegar a este centro ha sido «comenzar otra vida». Así, adelanta a El Debate que hay «otro mundo detrás de lo que la mayoría conoce». Mucha gente sufre por desconocimiento, porque no sabe que existen estos lugares. Y no hay necesidad de sufrir. «La vida llega a su fin cuando tiene que llegar», pero aquí te enseñan que «todavía puedes disfrutar, reír, sentirte acompañado. Aquí encuentras alegría, compañía y el cariño de personas que te hacen sentir querido. Y eso, cuando estás al final de la vida, es fundamental», asegura.

Entrar a centros especializados no siempre es sencillo. Tal y como comenta la psicóloga Gómez-Albo Parra, suelen acudir «con mucha tristeza y miedo» porque antes les han dicho que «ya no hay tratamiento posible». Así, subraya que la palabra «paliativos» asusta mucho porque saben que «probablemente fallecerán aquí, que este será su último lugar, y eso genera mucha angustia».

A pesar de ello, con el tiempo, al ir viendo las mismas caras, los mismos profesionales, van relajándose y aceptando que están en el final de su vida, pero que puede ser «un lugar menos oscuro de lo que imaginaban». Gracias al acompañamiento y a la cercanía del equipo, esa tristeza inicial va transformándose. «Aparecen momentos de calma, de alegría, incluso de risa, dentro de la realidad que viven», confiesa la doctora.

El quipo juega un papel fundamental en la vida de los enfermos. Maxi, garantiza que el cariño que reciben es inexplicable: «El simple hecho de salir al pasillo y decir «buenos días, ¿qué tal?», ya es un regalo». Y es que, gracias a su bondad, he vuelto a jugar al dominó, al tute, a las cartas… cosas que hacía años que no hacía. Además, le han devuelto «las ganas de vivir», algo muy positivo, puesto que es «una persona alegre» y quiere contagiar «esa alegría a los demás». Asimismo, explica con firmeza que mucha gente piensa que se está muriendo, «pero no, yo no me estoy muriendo. Estoy viviendo, cada día, paso a paso. Llegará el momento de irme, todo llega, pero mientras tanto, vivo».

De hecho, después de varios años, Maxi asegura que Miriam, la psicóloga del centro, es muy especial: «Es mi voz, mi pensamiento, mi apoyo», relata mientras anota que cuando quiere hacer algo, ella busca «la manera de hacerlo posible». Su figura es indispensable en un sitio como este, puesto que él sabe que con ella puede hablar de todo: «Tiene mis secretos, y sé que sabrá qué hacer con ellos. Hay cosas que quizá algún día pueda contar a mi familia, y otras que quedarán entre ella y yo. Es mi conciencia, mi desahogo, y es algo maravilloso», concluye.

María Fernández en eldebate.com

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