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Aborto y violencia de género

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Son una muestra de cómo avanza la ideología del individualismo posesivo

Gaceta de los Negocios

Tanto por forma como por contenido, la presentación que ha hecho la ministra Bibiana Aído del proyecto de aborto del PSOE ha sido bochornosa. Lo políticamente más grave es el carácter anticonstitucional de la regulación que se anuncia. La sentencia que emitió el Tribunal Supremo en 1985 declaraba la vida del embrión como un bien jurídicamente protegible.

En verdad, resultaba incoherente esta consideración con los tres Almudi.org - Alejandro Llanosupuestos en los que se autorizaba la liquidación del nasciturus. Pero una ley de plazos, como la ahora proyectada, se contradice de plano con el respeto a la vida humana que nuestra ley fundamental prescribe.

Por otra parte, el aborto libre a partir de los 16 años priva de contenido a la patria potestad, reconocida por la Constitución Española, y convierte en una broma pesada el adoctrinamiento cívico y el cúmulo de prohibiciones más o menos arbitrarias que pretenden encaminar a los jóvenes hacia lo políticamente correcto.

Se podrá aducir que la cosa no es tan grave, porque en este momento el aborto es ya de hecho practicable sin límites en España, gracias a la aplicación fraudulenta del supuesto de la salud psíquica de la madre. Bien lo saben algunas mujeres de toda Europa que han acudido a España cuando las legislaciones de sus respectivos países no autorizaban eliminar el feto poco antes de que llegara el momento de nacer.

Lamentablemente, en nuestro país se perpetran habitualmente auténticos infanticidios, con la activa cooperación —algunos de ellos— de presuntos profesionales que han aparecido ante la opinión pública estos días para presentar la nueva regulación como benéfica y compasiva. Estamos ante una cínica exaltación de la violencia; y ante una población, como es en buena parte la española, que se ha acostumbrado a esconder la cabeza bajo el ala y a soportar los peores abusos de los poderosos.

La cultura de la muerte avanza con largos pasos en la triste España. Dejando aparte ahora el aprovechamiento político del terrorismo —que comienza a ser rectificado a raíz del resultado electoral en el País Vasco— y a veces el trato humillante a sus víctimas, lo que presenciamos un día tras otro sin apenas cambiar el gesto es el atropello de los más débiles por parte de los más fuertes.

El tratamiento que recibe entre nosotros la prostitución, y las situaciones de algunos emigrantes crecientemente desprotegidos, nos hacen pensar que la esclavitud no es una lacra histórica que se haya superado totalmente. Y sigue siendo un escándalo que, mientras el paro desbocado lleva a muchos a hacer cola ante los comedores de caridad o sencillamente a pasar hambre, ciertos políticos y algunos altos financieros no se corten de exhibir sus lujos —automóviles, barcos, cacerías— ante espectadores atónitos.

El aborto, que pronto veremos ampliado casi ilimitadamente, se encuentra entre una de las formas más odiosas de abuso de una persona por parte de otra: la violencia de género. El machista golpea a la mujer hasta matarla, para demostrar que su pareja le pertenece y puede disponer de ella como mejor le parezca. Ha sido un acierto del Gobierno de Zapatero tomarse en serio esta patología social, y no reparar en esfuerzos para intentar erradicarla.

Por eso resulta aún más incoherente que no se detecte el componente machista que frecuentemente presenta el aborto provocado. Es la mujer la que más sufre, en su cuerpo y en su conciencia, al dejar que se mate a su hijo. Pero el varón se encuentra muchas veces detrás de este crimen y, en definitiva, se aprovecha de él a costa de la mujer y del bebé sacrificado. Se irresponsabiliza de sus actos, quizá para seguir abusando de su pareja.

La violencia de género y el aborto sistemático constituyen una clara muestra de cómo avanza entre nosotros la ideología del individualismo posesivo. Según Macpherson, en una sociedad mercantilizada el individuo es humano en cuanto que posee su propia persona. Pero esa relación de propiedad respecto a uno mismo se extiende a otras personas que resultan instrumentalizadas en provecho propio. Cuando una de las mejores definiciones de persona es, precisamente, la de quien no debe ni puede ser poseído.

Alejandro Llano es catedrático de Metafísica

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