Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • La ética no es la guinda

La ética no es la guinda

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Pablo Cabellos Llorente
Publicado: 24 Marzo 2012
La ética es algo intrínseco de la naturaleza humana sin lo que el hombre no puede desarrollarse como hombre<br /><br />

Levante-EMV

Sin la ética el hombre se desvertebra en sí mismo e, inmediatamente, está desarbolando la sociedad

      Todos defendemos una ética para el desarrollo de la vida, pero comienzan las divergencias cuando tratamos de definir qué sea un vivir moralmente adecuado. Con los problemas económicos que nos inundan, no es difícil fijar la atención en lo relacionado con la economía: trabajo, paro, finanzas, empresas y personas arruinadas, corrupción, etc. Así la ética consistiría en la buena marcha de este asunto y corrupción sería simplemente el abuso en tales temas, cosa por desgracia no poco frecuente.

      Pero cuando surgen las malas prácticas, es que algo se ha dañado seriamente en el ser humano porque, efectivamente, la ética no se relaciona sólo con el dinero, ni es como la guinda del pastel de la vida: un bello adorno final. Una vida lograda, una vida buena —en el más noble sentido de la palabra— es mucho más, del mismo modo que una persona no es solamente economía. Lo propio del hombre es ejercer sus capacidades, en cuya perfección encuentra su fin natural; es decir, primordialmente el desarrollo de la inteligencia y de la voluntad logrando así la mayor armonía en todos los aspectos de su existencia, también, por supuesto, los instintos, pasiones, sentimientos. Todo lo cual conduciría a ejercer la libertad para alcanzar la verdad y el bien. Pero también brotaría la controversia acerca del contenido de esos valores.

      El humanismo clásico los ha visto en la verdad y el bien, como aquello que contribuye a la perfección de la naturaleza humana, lograda a través de decisiones libres. Es obvio que podemos equivocarnos al decidir. No en vano escribió Camus que el hombre es la única criatura que se niega a ser lo que es. La ética nos ayuda a elegir aquellas acciones que contribuyen a nuestro desarrollo natural. Como escribió Ricardo Y. Stork, la ética no es un complejo religioso o una norma organizativa para que la sociedad funcione. Es algo intrínseco de la naturaleza humana sin lo que el hombre no puede desarrollarse como hombre. Citando a Polo, escribe el mismo autor que «la ética hace acto de presencia desde el fondo mismo de lo humano».

      Con estas breves pinceladas —sólo son eso—, nos situamos ante la realidad de que lo no ético no es humano. Eso es la corrupción: degradación de la persona por errores cometidos en sus decisiones, en ocasiones errores graves. Pero, insisto, no sólo injusticias en lo económico. Podríamos referirnos, por ejemplo, al hecho de tomar las personas como simples objetos: en el trabajo, en la forma de hablar de ellas, en el sexo, en la venta o negocio de asuntos nocivos para la salud o para la formación del ser humano, en la educación manipulada, etc. Por eso no es infrecuente que personas corruptas por el poder o el dinero lo sean también en otros terrenos, tal vez no tan valorados por la opinión pública, pero harto importantes.

      El camino hacia la armonía personal y, por consiguiente, social, es la ética. Sin ella, el hombre se desvertebra en sí mismo e, inmediatamente, está desarbolando la sociedad. Si la razón no controla, si no está bien formada, es fácil que la voluntad se deteriore y, con ella, los sentimientos. Un hombre corrupto es así una bomba de relojería.

Pablo Cabellos Llorente

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • Catolicismo y conquista del nuevo mundo. Función, apogeo y decadencia
    Felipe Pérez Valencia
  • El problema de la debilidad del espíritu
    Rafael Alvira
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
  • Eficacia de la Sagrada Escritura en la configuración de la vida cristiana
    Bernardo Estrada
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad