Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • Viernes santo 2018: homilía del Prelado del Opus Dei

Viernes santo 2018: homilía del Prelado del Opus Dei

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Fernando Ocáriz
Publicado: 31 Marzo 2018

“La Crucifixión nos revela que ahí donde parece haber solo debilidad, ahí Dios manifiesta su poder sin límites”

Homilía del Viernes Santo, pronunciada ayer por Mons. Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, en Santa María de la Paz, iglesia prelaticia del Opus Dei en Roma.

 

Liturgia de la Palabra: Is 52, 13-15; 53, 1-12; Sal 31; Heb 4, 14-16; 5, 7-9; Jn 18, 1-40; 19, 1-42

Texto de la homilía

La liturgia del Viernes Santo nos sitúa directamente ante el gran Misterio cristiano de la Cruz y del Crucificado.

En el Evangelio hemos contemplado al Señor apresado, en el huerto de los olivos, por esa cohorte encabezada por Judas; hemos visto cómo es conducido ante el sumo sacerdote Caifás y cómo, después de ser interrogado, recibe una injusta bofetada de uno de los servidores. Después, en presencia de Pilato, el pueblo grita: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» (Jn 19, 6); e inmediatamente Jesús es azotado y coronado de espinas. Podemos preguntarnos: ¿Por qué todo esto? El Evangelio sigue: Jesús carga el madero en presencia de la gente que Él amaba; es despojado de sus vestiduras y, aparentemente, también de su dignidad; y en el momento de la Crucifixión, el Señor dirige estas palabras a Dios Padre, recogidas por san Mateo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (Mt 27, 46). Nos preguntarnos nuevamente: ¿por qué la Cruz?

Aunque lograremos entenderlo solo en parte, la Crucifixión nos revela que ahí donde parece haber solo debilidad, ahí Dios manifiesta su poder sin límites; donde vemos fracaso, derrota, incomprensión y odio, precisamente ahí Jesús nos revela el gran poder de Dios: el poder de transformar la Cruz en expresión de Amor. Esta lógica de la fe se aprecia en el paso de la primera a la segunda lectura. Mientras Isaías nos muestra ese rostro «sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres» (Is 53, 2-3), la epístola a los Hebreos proclama que ahí encontramos «el trono de la gracia, para alcanzar misericordia» (Heb 4, 16).

Esta fue la experiencia de uno de los ajusticiados que estaban al lado de Cristo en el Gólgota. El “buen ladrón” experimenta en su mayor fracaso y debilidad cómo la Cruz de Jesús se convierte en el lugar poderoso en el que se sabe perdonado y amado: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23, 43). En la Cruz oímos pronunciar la palabra Paraíso.

De instrumento de tortura, de violencia y de desprecio, la Cruz se transforma en medio de salvación, en símbolo de esperanza, pues se ha convertido en manifestación del amor gratuito y misericordioso de Dios, que para nosotros se hace presente −de modo eminentemente eficaz− en los sacramentos. No dejemos de acudir a la misericordia divina en la Confesión; no escatimemos esfuerzos por participar frecuentemente en la Eucaristía. También en los sacramentos veremos, como explica san Josemaría, cómo Cristo "se entrega a la muerte con la plena libertad del Amor". Mirar al Crucificado es contemplar nuestra esperanza.

El Papa Francisco dijo a los jóvenes: «¡no se dejen robar la esperanza!». Por esto, os invito a experimentar el poder transformador del Amor de Dios, que en la Cruz abraza lo débil y lo llena de esperanza. Hacer nuestro el símbolo de la Cruz significa convertirse, allí donde estamos, en signo concreto del amor de Dios. En vuestras familias, en vuestras amistades y en vuestra futura profesión podéis ser signo concreto de esperanza.

La Iglesia hoy dirige su atención hacia el Lignum Crucis, el árbol de la Cruz. En la liturgia rezamos: «adoramos tu Cruz, Señor, y alabamos y glorificamos tu santa Resurrección. Por el madero ha venido la alegría al mundo». La adoración de la santa Cruz es un gesto de fe y una proclamación de la victoria de Jesús. Es también un gesto de esperanza, que proviene de la experiencia del poder trasformador del amor de Dios.

Acabamos pidiéndole a la Virgen que nos ayude también a permanecer cerca de la Cruz, pues ahí se nos revela el origen de la esperanza que, como cristianos, deseamos ofrecer a nuestros contemporáneos.

Fuente: opusdei.org.

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • La Pedagogía del Amor y la Ternura: Una Práctica Humana del Docente de Educación Primaria
    César Enrique López Arrillaga
  • Mons. Álvaro del Portillo y el Concilio Vaticano
    Card. Julián Herranz
  • Una nueva primavera para la Iglesia
    Benedictus.XVI
  • El mensaje y legado social de san Josemaría a 50 años de su paso por América
    Mariano Fazio
  • El pecado: Negación consciente, libre y responsable al o(O)tro una interpretación desde la filosofía de Byung-Chul Han
    Juan Pablo Espinosa Arce
  • El culto a la Virgen, santa María
    Gaspar Calvo Moralejo
  • Ecumenismo y paz
    José Carlos Martín de la Hoz
  • Verdad y libertad I
    Eudaldo Forment
  • La razón, bajo sospecha. Panorámica de las corrientes ideológicas dominantes
    Benigno Blanco
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis IV
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis III
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis II
    Mª Dolores Odero
  • La «experiencia» como lugar antropológico en C. S. Lewis I
    Mª Dolores Odero
  • En torno a la ideología de género
    Benigno Blanco
  • El matrimonio, una vocación a la santidad
    Augusto Sarmiento
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad