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Buscando, y enterrando, la Paz

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Escrito por Ernesto Juliá
Publicado: 09 Enero 2019

No hay ningún motivo para extrañarse de los “vicios” que el Papa señala en su reciente Mensaje, que pueden corroer la vida política y social de las sociedades

En el Mensaje de la Jornada Mundial de la Paz, Francisco hace algunas consideraciones sobre una política que quiera empeñarse, de verdad, en buscar la paz entre las naciones, de sembrar la paz.

“La política, si se lleva a cabo en el respeto fundamental de la vida, de la libertad y de la dignidad de las personas, puede convertirse verdaderamente en una forma eminente de la caridad”.

Con estas palabras el Papa recuerda un ideal de la acción política que está, por desgracia, muy lejos de la realidad que vivimos en nuestros días. No hay respeto a la vida. No hay respeto a la libertad. No hay respeto a la dignidad de las personas.

La afirmación de esos tres Nos puede parecer un poco fuerte; pero basta abrir un poco los ojos para darnos cuenta de que son, también por desgracia, verdad, realidad.

Cuando la cifra de abortos en el año que acaba de cerrar su tiempo es de 42 millones en todo el mundo, podemos decir sin temor a equivocarnos demasiado, que el respeto a la vida ha desaparecido de la conciencia, de la mente, del corazón de muchas personas y de un número considerable de políticos. Cuando el aborto es considerado un “derecho” por muchas legislaciones; ¿por qué nos extrañamos de tantas muertes ocasionadas por violencias de todo tipo, desde terrorismo hasta luchas callejeras, mafiosas, fratricidas?

Desde que se “legalizó” el aborto en tantos países, el número de los condenados a muerte, y ejecutados, ha superado en muchos millones a todos los muertos en las guerras y en los campos de concentración del siglo XX, de todas las ideologías de muerte, en todo el mundo.

Cuando se pueden “comprar” hijos e hijas, y “fabricarlos”, como si fueran muebles a medida; sin el más mínimo respeto a la criatura que va a ser puesta en venta para satisfacer el capricho de personas que no son sus padres, y que no tienen el mínimo derecho sobre ella; ¿por qué nos extrañamos de tanta corrupción? ¿Dónde está el respeto a la dignidad de la persona humana, cuando se la considera un objeto de compra y venta?

Cuando se trata de imponer por decreto, y ya se ha impuesto en no pocos países, una anti-natural y depravada educación sexual con aceptación plena de la “ideología de género”, que lleva consigo −ya que no tiene la menor base racional y mucho menos científica− la paulatina desaparición del verdadero Amor en el mundo; ¿dónde está el respeto a la libertad de las personas, a las que incluso se les prohíbe que rechacen esa “ideología”, y vuelvan a vivir como lo que son: hombres/mujeres; mujeres/hombres?

Cuando se desprecia la vida, y se desprecia la libertad; ¿dónde está el respeto a la dignidad de la persona? Y más cuando se promueve la existencia de uniones entre seres humanos que nada tienen que ver con la familia: hombre y mujer, mujer y hombre, hijos, nietos. ¿Es que se pretende que también las “uniones” entre seres humanos y animales, por aquello de los “derechos de los animales”, sean legisladas como “familia”?

No hay ningún motivo para extrañarse de los “vicios” que el Papa señala, que pueden corroer la vida política y social de las sociedades: “Estos vicios que socavan el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida política y ponen en peligro la paz social; la corrupción −en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas−, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o con el pretexto arbitrario de la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia y el racismo, el rechazo al cuidado de la tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio a los que se han visto obligados a ir al exilio”.

Y surge la pregunta: ¿cómo erradicar estos vicios, si se sigue despreciando la vida, matando inocentes; promoviendo el destrozo de la familia, si se continúa queriendo manipular la libertad y despreciando la dignidad de las personas?

Dejar a un lado el sentido de la Creación; abandonar los buenos consejos del Creador, la Ley moral; y pretender “establecer” la Paz en la convivencia entre los hombres es un sueño inútil y fracasado de entrada. Lo único que se alcanza a conseguir es la paz de los campos de exterminio llamados Gulag, Auschwitz, cementerios de abortados: cubos de la basura.

Y pido perdón por tener que escribir, con no poca pena, líneas semejantes.

Ernesto Juliá, en religion.elconfidencialdigital.com.

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