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León XIV y la Economía con alma

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Escrito por Agustín Domingo Moratalla
Publicado: 16 Mayo 2025

Es urgente afrontar con ánimo renovado las finanzas del Vaticano, pero es importante señalar que estamos ante un perfil significativo para la Historia de la Economía política del siglo XXI

Estos días en los que la opinión pública repasa la herencia de León XIII para entender mejor las expectativas que movilizará León XIV, es importante que no sólo prestemos atención a las cuestiones litúrgicas sino a las cuestiones sociales, políticas y económicas. Es urgente afrontar con ánimo renovado las finanzas del Vaticano, pero es importante señalar que estamos ante un perfil significativo para la Historia de la Economía política del siglo XXI. Aunque se haya formado en Matemáticas, Filosofía y Derecho Canónico, nos esperan aportaciones valiosas a las ciencias sociales en general y a la Economía política en particular. Sobre todo, si nos preocupa un horizonte ético de las actividades económicas, las relaciones laborales y el impacto antropológico de una digitalización descarnada o deshumanizante. Me detengo en tres consideraciones:

(1) La original continuidad con Francisco en el profundo deseo de promover una ‘Economía con alma’. Francisco convocó a todos los jóvenes estudiantes en marzo de 2020 para que trabajaran con este propósito mediante una iniciativa innovadora: el proyecto ‘Economía de Francisco’. Ahora constituida como Fundación y con ‘hogares’ en todo el mundo, esta iniciativa tiene una clara vocación social, económica y científica. Arrancó en Asís para enlazar con el proyecto de Francisco de Asís, cuando decidió afrontar la pobreza, cuidar generativamente a los más vulnerables y promover un desarrollo integral de la creación. Francisco realizó la convocatoria a los jóvenes estudiantes pero, sobre todo, a todas las facultades de Economía, Administración y Finanzas del mundo, para reconstruir la Economía del siglo XXI. La globalización de capitales sin personas y la digitalización tecnocrática están generando una cultura del descarte que no afronta estructuralmente la capacitación para el desarrollo, el cuidado integral de la creación o el vacío de sentido en sociedades de abundancia.

Una reconstrucción de la Economía como ciencia social y, sobre todo, como planteaban los clásicos, como saber moral. Sin necesidad de acudir a la Teología o Filosofía moral para recuperar conceptos fundamentales como los de bien común o ley natural, recordemos la importancia de Vives, Mariana o el propio Adam Smith. Una reconstrucción donde tendremos que repasar la importancia de la ética personalista y comunitaria que movilizó a Walter Eucken y otros economistas alemanes para articular una Economía ‘Social’ de Mercado. Lo que no debe entenderse en términos ‘socialistas’, ‘comunistas’, ‘populistas’ o ‘estatalistas’, como algunos liberales adanistas que interpretaron las alusiones a ‘lo social’ que realizaron Juan Pablo II o el propio Francisco.

(2) La herencia dinamizada del Vaticano II, donde las alusiones a la actividad económica, relaciones laborales y el bien común se tienen que entender desde ese ‘ordoliberalismo’, una tradición hoy olvidada en muchas Facultades de Economía, Administración y Finanzas del mundo, cuando se condena a los alumnos a cálculos matemáticos o algorítmicos que convierten a recursos, trabajadores, consumidores o usuarios en simples variables funcionales estabuladas por el Excell. Una tradición desgraciadamente olvidada porque el individualismo metodológico dominante parece abducir el quehacer de la desordenada economía mundial.

Es una pena que esta simplificación y reduccionismo se hayan apoderado de la opinión pública, haciendo caer a los ciudadanos en dos errores. Primero, que una ‘economía de mercado’ es aquella que se fundamenta en la guerra de todos contra todos donde ‘la mano invisible’ desregula la coerción estatal. Segundo, que una ‘economía social’ es una variante civilizada de la planificación estatal aliñada de populismo bienestarista. León XIII, el Vaticano II y la ‘Centesimus Annus’ de Juan Pablo II inciden en una cuestión antropológica básica y previa: el modelo de sociedad y la dignidad intrínseca de la persona. Para que haya economía con alma necesitamos intimidades solidarias, personas responsables religadas en una sociedad civil abierta, solidariamente talentosa y participativa. Una sociedad donde los trabajadores no sean funciones matemáticas o claves algorítmicas desechables, o simple ‘mano de obra’. No olvidemos el papel de Dorothy Day y el movimiento de los trabajadores católicos americanos que animaba la fe más incipiente de la familia Prevost-Martínez.

(3) En la figura de León XIII hay momentos lúcidos de modernización eclesial. León XIII no reclama una simple recuperación del tomismo, como hace pensar su primera encíclica ‘Aeterni Patris’ en 1879. Reclama una actualización del proyecto de Santo Tomás según los retos que la Psicología, la Fisiología y la Antropología habían planteado a la deficiente formación del clero. Un proyecto que, a pesar de ciertos tomistas nostálgicos, desarrollará Desirée-Joseph Mercier, Fundador del Instituto de Filosofía en la Universidad Católica de Lovaina y profesor de absoluta confianza para León XIII, quien le encomendó (y financió) una tarea filosóficamente valiosa: tender el puente entre Santo Tomás y las tres críticas de Kant. Y hacerlo con inteligencia y cordial racionalidad, sin miedo al positivismo o las moderneces del laicismo despiadado. Recordemos que por esta razón marchó Zubiri a realizar sus investigaciones sobre Husserl a ese Instituto de Filosofía de Lovaina (1922). Sin Mercier no entenderíamos la estructura kantiana que tiene la revisión de vida en la historia de la Acción Católica del siglo XX, entrenada para el compromiso en el ‘ver’, ‘juzgar’ y ‘actuar’.

La ilustración y la modernización requerían una transformación, necesitaban ser reconstruidas con mimbres distintos a los que les aplicó despiadadamente Nietzsche, sin miedo a la investigación, con el estudio de la tradición y, sobre todo, en diálogo sincero con la ciencia y las aplicaciones de la técnica. En lugar de promover el enfrentamiento con la razón moderna se trataba de integrarla sin la amnesia beligerante del nacional-laicismo y hacerle frente con una inteligencia cordial más precisa y antropológicamente mejor fundada. Aquí entra el potencial filosófico de las relaciones de San Agustín con su madre Mónica, sin el que no se entendería la conversión misionera que anima a León XIV desde su infancia en Chicago. En las raíces de su formación está ese encuentro que se traslada al deseo de un alma para la vida laboral, porque experimentó en sus carnes y calles los desastres antropológicos de una economía industrial empobrecedora, y despiadada para los trabajadores.

También se trata de un alma para el nuevo orden laboral y cultural, cuestión central para el diseño de políticas económicas donde las personas no son ‘dígitos’ sino ‘prójimos’, donde las iniciativas de justicia económica no estén diseñadas por algoritmos anonimizados y aparentemente neutrales, que no se desentiendan de la confianza como base de la economía social, tampoco de la vulnerabilidad, la interdependencia, el bien común o la ayuda mutua. Se equivocarán quienes apuntan al estado o al mercado, a la planificación centralizada o al economicismo mal llamado liberal. Acertarán quienes promueven comunidades de memoria y cuidadoras, en una sociedad civil dinámica y participativa. Más que el mercado o el estado, con León XIV la Iglesia renueva un liderazgo moral imprescindible para el dinamismo capacitante de una acelerada sociedad civil compleja, poliédrica y cosmopolita.

Agustín Domingo Moratalla en eldebate.com

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