Almudi.org
  • Inicio
  • Libros
  • Películas
    • Estrenos de CINE
    • Estrenos de DVD - Streaming
    • Series de TV
  • Recursos
    • Oración y predicación
    • La voz del Papa
    • Infantil
    • Documentos y libros
    • Opus Dei
    • Virtudes
    • Kid's Corner
  • Liturgia
    • Misal Romano
    • Liturgia Horarum
    • Otros Misales Romanos
    • Liturgia de las Horas
    • Calendario Liturgico
    • Homilías de Santa Marta
  • Noticias
  • Almudi
    • Quiénes somos
    • Enlaces
    • Voluntariado
    • Diálogos de Teología
    • Biblioteca Almudí
  • Contacto
    • Consultas
    • Colabora
    • Suscripciones
    • Contactar
  • Buscador
  • Noticias
  • La ingente homilía de Francisco…

La ingente homilía de Francisco…

  • Imprimir
  • PDF
Escrito por Juan José García-Noblejas
Publicado: 21 Marzo 2013
… y una distracción en los arrabales de nuestro corazón

Scriptor.org

«... tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón...»

      He de confesar que esta mañana he tenido una instantánea pero tremenda y probablemente injusta distracción mientras escuchaba embebido la ingente homilía del obispo de Roma, Francisco.

      Escuchaba fascinado por la sencillez y sinceridad de las derivadas existenciales que el papa Francisco desgranaba a partir del papel de custodio que vivió San José.

      La tremenda ternura que emana el obispo de Roma, Francisco para con la creación y sobre todo para con los más débiles y necesitados de nosotros sólo pueden venir de una honda persistencia personal en la convicción y en la práctica diaria y detallada de lo que se dice.

      Pues bien: me he distraído de la solemne y sencilla homilía, mirando por un instante a los dignatarios políticos sentados a su mano derecha.

      Me he distraído pensando en las siembras de odio, muerte y destrucción que quizá distraídamente llamamos guerras. Y me he distraído, sin poder evitarlo, pensando −habrán sido unas décimas de ese instante− en la injusticia e inmoralidad que supone el uso de los drones, que para matar a un presunto enemigo, mata al mismo tiempo, de ordinario, una veintena de personas que en ese momento estaban en o pasaban por su entorno físico.

      Y he pensado en ese instante lo que aún nos queda de uno de los grandes pecados de la modernidad (si así se puede hablar para abreviar), que no es otro que el de la justificación (la legalidad y la moralidad) de los medios una vez logrado el fin propuesto. Sin siquiera un mínimo de miradas, no ya antecedentes o de principios, sino meramente colaterales.

      En justicia y en legalidad genuinas, el fin no justifica los medios. Los drones son medios que −para algunos− quedan justificados con su estricta lógica consecuencialista: sirven para matar (al haber sido declarados y condenados en secreto, sin más, como terroristas) a un fulano o mengano concreto, o a un par o un puñado de fulanos o menganos concretos. A pesar de su enorme coste económico dicen algunos... Los mismos algunos que no valoran el pesar de su infinito coste moral de vidas humanas sólo vistas como inevitables daños colaterales...

      Lo dicho: visto el tenor que tomaba el instante de distracción en medio de la ternura y tersura de la breve y clara homilía de Francisco, lo he ahuyentado como si de un moscón se tratara.

      Tiempo habrá para tratar de este grave asunto, si de veras pensamos que vale la pena ser "custodios de la creación". Si no, ¿qué sentido tienen estas palabras, justo antes de mi distracción?:

    «... tener respeto por todas las criaturas de Dios y por el entorno en el que vivimos. Es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón...».

      Pienso que no es exagerado pensar que los drones viajan, de suyo, por la periferia de nuestro corazón... Al menos, yo me he sentido confuso y con muy mal sabor de boca al vagar por un instante por estos arrabales de nuestro corazón. Aún endurecido en el consecuencialismo moderno.

      Vuelvo a leer la ingente y humilde homilía del obispo de Roma: «No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura...».

Juan José García-Noblejas

  • Anterior
  • Siguiente

Colabora con Almudi

Quiero ayudar
ARTÍCULOS
  • El problema de la debilidad del espíritu
    Rafael Alvira
  • La ignorancia responsable en Aristóteles
    Mario Spangenberg Bolívar
  • EL VALOR DE LA AMISTAD EN LA VIDA DEL HOMBRE La libertad de ser uno mismo con el otro
    Melisa Brioso, Blanca Llamas, Teresa Ozcáriz, Arantxa Pérez-Miranda Alejandra Serrano
  • La guerra de Rusia contra Ucrania: ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
    Javier Morales Hernández
  • El deseo en la cultura de la seducción
    Manuel Cruz Ortiz de Landázuri
  • Tolkien, maestro de la esperanza
    Benigno Blanco Rodríguez
  • La educación democrática en el contexto de la deliberación y el agonismo político
    Sergio Luis Caro Arroyo
  • La Virgen María y el culto mariano en el arte y la literatura de la España de la edad de plata
    Javier García-Luengo Manchado
  • La Asunción de María
    José Ignacio Munilla
  • La familia de Dios padre: la fraternidad de los hijos de Dios
    Jean-Louis Brugues
  • La educación emocional, el auto-concepto, la autoestima y su importancia en la infancia
    Ana Roa García
  • El problema de la prohibición en la ética
    Roberto Gutiérrez Laboy
  • Legalidad y legitimidad
    Luis Legaz Lacambra
  • Eficacia de la Sagrada Escritura en la configuración de la vida cristiana
    Bernardo Estrada
  • Aprender a amar: amor y libertad
    Teresa Cid
MÁS ARTÍCULOS

Copyright © Almudí 2014
Asociación Almudí, Pza. Mariano Benlliure 5, entresuelo, 46002, Valencia. España

  • Aviso legal
  • Política de privacidad