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En el ámbito de la sociedad, de las relaciones sociales, de la cultura ciudadana, ¿qué pueden significar estas reuniones de hombres y de mujeres jóvenes, en torno a un Papa, Benedicto XVI en este caso?
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Mucho se ha escrito, y mucho se seguirá escribiendo sobre el acontecimiento. Es difícil hacer predicciones, y quizá ni siquiera vale la pena hacerlas. Es una siembra de hoy con clara perspectiva de futuro, como toda gran tarea de evangelización.
Son ya más de 17.000.000 de hombres y de mujeres jóvenes, los que ha participado en encuentros semejantes en los diferentes lugares del mundo en los que hasta ahora ha tenido lugar.
Dentro de la Iglesia, y en el ámbito de la Fe los motivos para la Esperanza están bien fundamentados. De esos millones de hombres y de mujeres un número considerable ha descubierto la semilla de la vocación que el Señor había puesto en su corazón al ser concebidos: el matrimonio; el celibato vivido en medio del mundo, en medio de las profesiones, por amor a Cristo; el sacerdocio ministerial; el claustro; etc. etc. Y con la gracia de Dios, la han seguido.
En el ámbito de la sociedad, de las relaciones sociales, de la cultura ciudadana, ¿qué pueden significar estas reuniones de hombres y de mujeres jóvenes, en torno a un Papa, Benedicto XVI en este caso?
Todos saben que el Papa les va a hablar con claridad de muchos aspectos de su vida que quizá en otros entornos ni siquiera se lo recuerdan. Les va a decir, como ha hecho recientemente con los jóvenes de Croacia: «No cedáis a esa mentalidad secularizada que propone la convivencia ("vivir juntos", aclaro) como preparatoria, o incluso sustitutiva del matrimonio. Enseñad con vuestro testimonio de vida que es posible amar, como Cristo, sin reservas; que no hay que tener miedo a comprometerse con otra persona».
Les va a recordar que su juventud es un tiempo «que el Señor os da para poder descubrir el significado de la existencia. Es el tiempo de los grandes horizontes, de los sentimientos vividos con intensidad». «No os dejéis desorientar por las promesas atractivas de éxito fácil, de estilos de vida que privilegian la apariencia en detrimento de la interioridad. No cedáis a la tentación de la poner la confianza absoluta en el tener, en las cosas materiales, renunciando a descubrir la verdad que va más allá, como una estrella en lo alto del Cielo, donde Cristo quiere llevaros. Dejaos guiar a las alturas de Dios».
Les va animar en convertirse a Cristo, y para eso, les invita a conocerlo, que lo conozcan, que lean el Nuevo Testamento; les recordará su responsabilidad de comprender lo que creen, de formarse en los contenidos de la Fe. Así descubrirán que. «El Señor Jesús no es un maestro que embauca a sus discípulos: nos dice claramente que el camino con Él requiere esfuerzo y sacrificio personal, pero que vale la pena».
Esta Jornada, como todas las anteriores, no es una conglomeración, una ruidosa asamblea; es una catequesis exigente, una preparación para mantener vivo ese esfuerzo de buscar a Cristo; y los jóvenes llegan libremente, con ansias de verdad de encontrarse con Cristo, porque saben que «Es Él quien os busca, aun antes de que vosotros le busquéis. Respetando vuestra libertad, se acerca a cada uno de vosotros y se presenta como las respuesta auténtica y decisiva a ese anhelo que anida en vuestro ser, al anhelo de una vida que vale la pena ser vivida».
En el prólogo del Catecismo preparado para esta Jornada —titulado Youcat, por el inglés Catecismo de los Jóvenes: Youth catechism— escribe Benedicto XVI:
«Por eso os invito: ¡estudiad el Catecismo! Es mi deseo más ardiente. Este Catecismo no os regala los oídos. No os lo pone fácil, pues os exige una vida nueva. Os presenta el mensaje del Evangelio como "la perla de gran valor" (Mt 13, 46), por la que hay que dejarlo todo. Por eso os pido: ¡estudiad el Catecismo con pasión y constancia! ¡Dedicadle tiempo! Estudiadlo en el silencio de vuestro cuarto, leedlo con un amigo, formad grupos de trabajo y redes, intercambiar opiniones en Internet. ¡De cualquier forma, mantened conversaciones acerca de la fe!».
Muchos hombres y mujeres jóvenes recogerán el mensaje, y lo vivirán.
Ernesto Juliá Díaz
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