Jesús quiso hacerse hombre y venir al mundo para salvarnos. Pensó como quería que fuese su madre y así la hizo. Pensó en su Madre: toda la eternidad soñó con Ella. Y, añorando sus caricias, fue dibujando en los antepasados de María como esbozos de esa flor que había de brotar a su tiempo. Igual que un artista que persiguiera tenazmente la pincelada perfecta, Dios pintó miles de sonrisas en otros tantos labios. Y ensayó en otros ojos la mirada limpísima que tendría su Madre. Hasta que un día nació la Virgen, su Hija predilecta, su Esposa Inmaculada, su obra maestra. Y la colocó en el belén junto a la cuna, con Jesús, que, por ser sólo de María, era su vivo retrato (de El Belén que puso Dios).
Información de contacto:
Correo electrónico: [email protected]
Exigencias de la justicia natural en Tomás Moro II |
Exigencias de la justicia natural en Tomás Moro I |
“Dejar a Dios ser Dios” (La oración del P. Congar) |
La razón pastoral de las prelaturas personales: consideraciones a los 50 años del Concilio Vaticano II |
Parábola del hijo pródigo |
Experiencias de Dios en la vida cotidiana |
El crecimiento en la virtud a la luz del pensamiento aristotélico-tomista II |
El crecimiento en la virtud a la luz del pensamiento aristotélico-tomista I |
La esclavitud, el crimen que nunca desapareció (La trata de personas en la legislación internacional) |
Belleza, ternura y gratuidad de Dios |
La caída de la URSS y la difícil recomposición del espacio ex-soviético |
Reflexiones sobre la Administración en el Opus Dei: riquezas y perspectivas |
La historia del fin: cristianismo y milenarismo |
Creatividad teológica y experiencia cristiana |
Es razonable creer. Por qué el mundo es: materialismo o fe razonada |